sábado, 30 de marzo de 2013

La misma cárcel de siempre en todos los lugares: el instituto

Durante la comida no hubo una gran conversación. Comimos unos aperitivos de salmón y después una crema de calabaza muy buena. Él tomó una copa con vino y yo simplemente agua. No podía otra cosa. De postre nos sirvieron un tiramisú de limón. Tobías de ausentó por asuntos propios en cuanto terminó la comida y yo opté, con su permiso, en irme de compras. Si, iba a cambiar mi estilo de ropa ese día que iba sola. Ja, sola, sin nadie. La montaría parda. Un chofer me llevó hasta el centro comercial más cercano, a unos dos kilómetros y la ciudad donde estaba el instituto que iba a estudiar, a tres. Unos diez minutos en coche, sin pillar atasco. Afortunadamente no lo pillamos. El chofer me dejó en la puerta principal del centro comercial. Antes de apearme, le dije a la hora que viniera a recogerme, la que me había indicado Tobías. Paseé un rato hasta decidir en que tienda entrar. Mi elección fue la tienda gótica que había en la tercera planta. Entré. Todo lo que puedes imaginar estaba allí dentro, convertido en gótico. La dependienta estaba colocando algunas prendas en sus respectivas perchas. Comencé a mirarlo un poco todo por encima. Habían cosas que me encantaron y cogí para probarme. La dependienta se ofreció enseguida a decirme que tal me quedaba cada conjunto. Me empecé a probar. Me probaba, me miraba al espejo y salía. Para la dependienta, una chica joven de pelo rojo, todo me quedaba bien, aunque sólo me quedé con poca cosa. Al pagar, me regaló el maquillaje y me dió unos cuantos consejos para hacerlo bien. Al salir ya eran las ocho, hora en que venía a recogerme la limusina. Salí a la calle y ahí estaba. Saludé al chofer, éste me abrió la puerta trasera y entré. Me dí cuenta que en asiento del copiloto había alguien más, un chico más joven. Debía ser el hijo o algo, no le dí importancia. El chofer habló:
-Princesa, ruego que me disculpe al tener que traerme a mi sobrino. Sus padres me lo han confiado y no sabía que hacer con él. Si es alguna molestia…
-O no, por favor. ¿Como cree? Su sobrino estará bien en sus cuidados y yo confío en que lo que está haciendo es lo correcto.- interrumpí.
-Mil gracias, princesa.
-¿Podría dejar todo el mundo llamarme princesa?- murmuré entre dientes.
-¿Decía algo?- preguntó mirándome por el espejo retrovisor.
-No, nada.- susurré. Hubo unos minutos de silencio. Hasta que una voz lo rompió.
-¿Puedo preguntarle una cosa, princesa?- era el sobrino. Tenía un tono no muy grave, pero se notaba que era de hombre.
-Claro. Ya me la ha echo.- sonreí. Él rió por lo bajo para después volver a dirigirse a mí.
-Me preguntaba si usted tiene algo con el señor.- me miró como había echo antes su tío.
-¿Señor? ¿Qué señor?- pregunté confundida.
-¡Samuel! Deja de hacer preguntas comprometidas. Lo que sea de la vida personal de cada persona es suyo, no es de tu incumbencia.- reprendió el chofer.
-El señor Tobías.- Samuel sólo me miraba por el retrovisor haciendo caso omiso a las palabras de su tío. A mí me dió por reír.
-¿Yo? ¿Tener algo con él?- volví a reír.- Vale, Samuel, te voy a contar un secreto ¿ok? No puede salir de aquí.- el chico asintió.- Mira, hace tan sólo unos pocos días que me quedé embarazada, ¿vale? De un chico que hace tres años que no veía. Siempre él me ha querido, pero yo no me dí cuenta hasta ahora y también me he dado cuenta, que todo este tiempo, yo también lo que querido. Es una historia propia de un libro, lo sé, pero hay veces que la realidad es un drama, puede acabar bien o mal, eso depende de como decidas.- conté. Al principio no dijeron nada ninguno de los dos, asimilando lo que les decía. Después, hubo una escena bastante cómica, ya que los dos me miraron a la vez por el retrovisor, algo que me hizo reír mucho. Al fín, llegamos. No volvieron a dirigirme una sola palabra. Samuel fue quien me abrió la puerta. No era como me imaginaba, lo creía más pequeño. Su pelo era alborotado y castaño. Sus ojos eran pequeños y claros. Era un poco más alto que yo. Tendría mi edad o quizá más. Quien sabe, no me atreví a preguntarle. Él me miró la barriga por si había crecido.
-Sólo estoy de pocos días.- dije mirándo lo que él. Asintió lentamente sin apartar la vista. Me ayudó con las compras, a llevarlas a mi habitación, hasta el vestidor. Al entrar no se sorprendió como me pasó a mí.
-No es la primera vez que vienes, ¿me equivoco?- adiviné.
-No os equivocais. Llevó viniendo a esta casa tanto tiempo que me la conozco mejor que la mía misma.- dejó las bolsas en el suelo.- Cualquier cosa, ya sabe donde estoy.
-Gracias, Samuel. Lo tendré en cuenta.
-Una cosa más.- se giró cuando iba a traspasar el umbral de la puerta.- Es todo un honor servir a una princesa como usted.- sin darme tiempo a contestarle, se marchó. No entendía nada, pero aún así, me obligué a seguir colocando la compra y, de paso, también organice un poco la maleta que había traído. Viernes, el día siguiente sería viernes. Buen día para empezar un nuevo instituto. Cuando lo hube colocado todo, eran las nueve menos algunos minutos. Bajé por si tenía que ayudar en algo, ya que a mediodía no me había dado tiempo a ofrecerme. Me dirigí donde anteriormente me había indicado Tobías que era la cocina y entré, antes tocando a la puerta y que me dieran permiso para entrar.
-¿Puedo ayudar en algo?- pregunté tímida. Las cocineras y algunas criadas que estaban ahí me miraron sorprendidas. Una de ellas, la más mayor, se me acercó y puso una de sus delgadas manos sobre mi hombro derecho.
-Hija, para servir estamos nosotras. Nos pagan para eso.- explicó con tono maternal.
-No creo que les paguen menos porque le eche una mano de forma voluntaria.- la mujer sonrió.
-No lo entiendes, hija.- negó con la cabeza.- Ven, siéntate.- hice lo que me ordenaba. Ella seguía de pie.- Eres igual que tu madre la primera vez que vino aquí.- volvió a negar.- Siempre dispuestas a ayudar, sea quien sea.- suspiró.- ¿Nunca has tenido a alguien a tu servicio?
-No, no me gusta. Me gusta saber hacer yo las cosas, no que me las hagan, no aprendo, entonces.- expliqué.
-¿Te lo enseñó tu madre?- volvió a preguntar.
-Si, pero supongo que sin que me lo dijera ella ya lo sabría.
-Siempre con la misma iniciativa. Todas sois iguales.
-No soy igual a nadie, señora. Sólo me parezco a mi madre.- respondí con una sonrisa.
-En ese caso: siempre ha sido un placer estar al servicio de una princesa que nunca antes lo había sido.- hizo una reverencia pronunciada.- Déjenos a nosotras hacer nuestro trabajo y usted vaya a hacer el suyo.
-Está bien. Pero sólo por ésta vez. Mañana me pondré a ayudaros con algo, porque no puedo estar todo el día sin hacer nada.- condicioné. La mujer mayor accedió. Subí al salón, donde ya estaba preparada la mesa. Pasé por delante del estudio de Tobías justo en el momento en el que abría una de las puertas.
-Contigo quería yo hablar. Pasa.- se apartó un poco, lo suficiente para que pudiera pasar sin tocarlo. Cerró la puerta detrás de mí.- ¿Por qué co** le has dicho eso a Sebastián?- estaba enfadado. Mucho, además.
-¿Que Sebastián ni que cuatro leches? ¿Que mosca te picó ahora? O mosquito, depende de lo que haya en esta casa.- crucé los brazos sobre el pecho.
-No me calientes más, Sarah, no me calientes. Sebastián, el chofer.
-Samuel preguntó si teníamos algo y le contesté.
-Me has quitado autoridad
-¿De que hablas? Lo único que te he quitado ha sido una habitación de las que tenías libres.
-¡No! Sabes perfectamente de que te hablo. No debiste decir lo del embarazo y mucho menos que no es mío.
-Sabes, me importa una soberana mie***. Porque yo no soy de las que van mintiendo por ahí.
-Por Dios, Sarah. Estás embarazada de un vampiro.
-¿Y que si lo estoy?
-Que tendría que ser mío ese hijo, mío.- tenía la cara desfigurada.
-No todo puede ser tuyo, ¿sabes? Y no voy a abortar ni aunque me obliguen a hacerlo.- los dos gritabamos y nuestra respiración era agitada a causa del sofoco.- Pero recuerda una cosa y es que ese niño o niña, lo que sea, se va a criar a tu lado como mínimo dos años. Te pido por favor que hagas bien tus funciones, porque sino, con tu permiso o sin él, me largaré de esta casa y no volverás a verme el pelo en toda tu larga vida.- dicho esto me dí media vuelta y salí por donde había entrado, dejándolo con la palabra en la boca. Subí a mi habitación y me cerré la puerta con pestillo. Una vez dentro, apoyé la espalda y la cabeza en la puerta. Lentamente, me dirigí al tocador y me miré al espejo. Ví a una chica de piel blanca y un negro como el azabache pelo rizado. Sus ojos eran de un azul muy claro y su sonrisa era bonita. Hacía eso para subirme la autoestima, me miraba al espejo pensando que era otra persona y alagaba su aspecto físico. Extraño, pero efectivo. Siempre funcionaba.
-Lo que dice él no tiene importancia, lo que dice él no tiene importancia.- repetí una y otra vez. Me terminé convenciendo. Me levanté y fui al vestidor. Me probé uno a uno todo lo que había traído y lo que había comprado ese día. Con uno de los vestidos, probé a maquillarme como me había dicho la chica de la tienda. Saqué de un cajón la hoja donde había dibujado algunas opciones:

 
No estaban mal. Opté por el segundo modelo y probé a combinarlo con el primero. Los prefería por separado. Me pinté todos los dibujos, me los pintaba y me los quitaba con un algodón. Algunos me costaron más que otros, pero con la costosa tarde unos quince minutos. Tardé en total una hora y media aproximadamente. Me quité el último modelo y me tumbé en la cama, me puse los auriculares enganchados al móvil que me había entregado Tobías de camino aquí. Me levanté, cerré él ventanal y corrí las cortinas. Necesitaba el silencio y la oscuridad. Mejor dicho, un silencio musical y una oscuridad absoluta. Volví a acostarme. Al cabo de mucho tiempo, que se me hizo corto, me dormí. Soñé con que me despertaba y estaba Nataniel a mi lado, con su hermosa sonrisa y sus preciosos ojos. No tardé mucho en darme cuenta de que era un sueño. No podría tener a mi lado a Nataniel hasta dentro de un tiempo. Dudaba que aquí hiciera amigos, como antes me había pasado en el anterior instituto. Aunque ya tenía a Tobías, que iría la mismo instituto. No haría falta juntarse con nadie más. Si dejaba que él presumiera de mí y algunas cosas más, seguro que no tendría que hablar con nadie. Una luz me despertó. Estaba cara a la ventanapor lo que sólo incorporé la parte superior de mi cuerpo, apoyándome en las brazos. Miré el reloj que había sobre la mesilla de noche. Marcaba las seis y media de la mañana y había un sol que parecía de mediodía. La mujer mayor de la cocina estaba ahí, delante del tocador, examinando mis pinturas. Me froté los ojos.
-Buenos días.- bostecé.
-Oh, buenos días princesa. El señor todavía no se ha levantado, así que podrá utilizar el baño para ducharse sin ningún problema.- informó.
-Gracias,…- diría el nombre, pero no lo sabía.
-Diaspro. Me llamo Diaspro, princesa.
-Gracias, Ariadna. Iré ahora mismo. ¿Es ducha o bañera?
-Hay de las dos cosas, la que usted prefiera. Si prefiere bañera, se la preparamos en un momento.- ofreció.
-No, prefiero la ducha. Pocas veces utilizaré la bañera.- mi voz todavía sonaba adormilada.
-En ese caso, enseguida le preparo las toallas. ¿Quiere que le lleve la ropa?
-No, gracias. Ya vendré y elegiré la ropa yo.- aceptó con un asentimiento de cabeza, hizo una reverencia corta y se fue. Arrastrándome por la cama, llegué al borde de ella y dejé caer las piernas, balanceandolas hacía delante y hacía atrás. Cuando creí que ya podría mantenerme en pie, me incorporé con cuidado y caminé descalza, ya segura. Fui al baño,
donde ya estaban preparadas las toallas. Me desvestí y me metí en la ducha. Sentí el agua caliente correr por todo mi cuerpo, transmitiendo una sensación de tranquilidad incomparable. Algunas veces me gustaría estar bajo un chorro de agua caliente todo el día, para ser sincera, siempre que me duchaba me quedaría ahí todo el día. Llevaba cinco minutos con el agua encendida cuando oí que la puerta se abría. Solté un grito al ver que era Tobías. ¿Ahora donde me escondía entonces? En ningún sitio. Tobías pareció percatarse de que era yo, pero no se fue.
-Tobías, ¿te puedes largar? Invades mi intimidad.
-Lo sé. Ya me voy. Es que no me he acostumbrado a tu presencia.- se disculpó.
-Sal y después hablamos.- la puerta se cerró. No me importó mucho que me viera desnuda, total, no era la primera vez. Él a mí y yo a él. Me debía una. No pensaba hacer lo que él, pero ya idearía algo. Salí de la ducha, me enrollé una toalla en el cuerpo y otra en la cabeza. Me senté en la tumbona. Estuve a punto de volver a dormirme, si no fuera porque el sitio donde estaba no era precisamente el más cómodo. Me levanté de un salto y seguí mi rutina matinal. Una vez en el vestidor elegí  el vestido que más destacaría mi nuevo estilo:

Y un maquillaje que pegara, al estilo Madonna:
El pelo me lo dejé suelto y bajé a desayunar, donde me esperaba Tobías. Se quedó de piedra al verme.
-¿De qué vas vestida?- preguntó con voz aguda.
-Voy vestida de mí misma, ¿de qué te creías que iba?
-Creía que te ibas a un festival o una fiesta de disfraces, algo así.
-Llegaremos tarde, date prisa- le insté.
-¿No desayuna, princesa?- intervino Diaspro.
-Un par de galletas y ya me compraré algo en el instituto.- respondí mirando con la barbilla levantada a Tobías.
-Vámonos.- contestó secamente. Cogí las galletas y repetí.
-Vámonos.- salimos de la casa. Sebastián me abrió la puerta trasera de la limusina y entré. De casa al instituto habían unos tres kilómetros, unos diez minutos. No hablamos, Tobías sólo me miraba como si fuera un bicho raro y yo apartaba la vista para mirar a través de la ventanilla. Guay. Seguía siendo el bicho raro, la inadaptada, lo que había sido desde primaria. La diferencia era que cuando empecé primaria tenía amigos y aquí no conocía a nadie, salvo a Tobías. Llegamos a un imponente edificio de aspecto anticuado. La limusina aparcó en el aparcamiento que había delante del instituto. Antes de que a Sebastián le diera tiempo a bajar, abrí la puerta y salí al exterior. Me quedé parada, con la puerta todavía abierta, admirando la fachada. Por mucho que le buscara algo que me intimidara, no encontré nada, sólo sentía admiración por aquella obra de arte para mí.
-Princesa.- oí a uno de mis lados. Que sorpresa la mía. Era Samuel. Y no estaba solo, le acompañaban dos chicas: una de pelo rojo sangre, piel como la nieve que se parecía a la dependienta que me atendió en la tienda gótica y ojos oscuros. Otra era de pelo largo y castaño claro, una piel tostada y unos ojos color avellana. Los tres tenían más o menos la misma altura. Se acercaron al vehículo. -¿Qué hace usted aquí?- preguntó Samuel. Las chicas me miraban entre una mezcla de asombro y de rareza.
-Estudio aquí.- respondí como algo obvio.
-¿Aquí?- volvió a preguntar.
-A este instituto venía yo antes, ¿no te parece que ella también tendría que venir aquí?- respondió Tobías por mí.
-Ya, pero esto es un instituto público. Una princesa no debería estar en un sitio como este.
-Te puedo asegurar que he estado en lugares peores.- respondí. Me pareció extraño que me reconociera con este cambio de estilo.-Déjalo, Samuel. ¿Estoy aquí? Pues ya está. No vale la pena discutir lo que es. ¿Es que acaso te molesta mucho que esté en el mismo instituto que tú?
-No, no, todo lo contrario.- se apresuró a decir.- No me molesta. ¿Quieres venir con nosotros?- miró a las otras dos chicas.- Si Melanie y Aminore están de acuerdo, claro.
-Sin ningún problema, Samuel.- respondió la del cabello rojo con una sonrisa. Todavía me miraban las dos con cierta desconfianza.
-Ni os molesteis. Ella se vendrá conmigo, ¿no es así?- me miró Tobías, pasandome un brazo por los hombros.
-No.- me desprendí de su brazo.- Prefiero ir con Samuel, Tobías. Nos vemos en clase, o sino, en el almuerzo.- aceptó a regañadientes. Se entró dentro del edificio, donde le daba la bienvenida todo el que pasaba a su lado. -Por lo que veo, Tobías es popular.- no le quitaba ojo de encima.
-¿En el otro instituto lo era también?- preguntó la de los ojos avellana.
-Desde el primer que entró. Y eso que fue el año pasado. ¿Tanto le han echado de menos? Si yo volviera a mi primer instituto, nadie se percataría ni de que he vuelto.- respondí con una mueca.
-Suele pasar. ¿Qué a cuantos institutos has ido?- preguntó la del pelo rojo.
-Éste es el tercero.
-Vaya ¿y en todos has sido lo mismo, es decir, una friki o una empollona?
-Siempre la friki-empollona. Se acostumbra una a ser como eres. Nadie debería cambiar algo de ti con la excusa de que vas a ser algo mejor. Eres perfecto o perfecta tal y como eres y ese que te ha dicho que cambies, no te acepta si no es con condiciones. Nunca he cambiado mi forma de ser, a pesar de que muchos se me han acercado diciendo que me querían, pero que para "adaptarme" tenía que cambiar. Esos sólo quieren aprovecharse de tus ganas de ser alguien en el instituto, cuando los que no son nadie son ellos.- expliqué muy tranquila, casi indiferente. Me miraban boquiabiertos.
-Entremos. Las clases estarán a punto de empezar.- reaccionó Samuel. -Las clases están puestas en la entrada, en el tablón.
-Cada año cambian los alumnos de las clases.- explicó la del los ojos avellana.
-¿Aquí?- pregunté señalando un tablón de corcho cubierto de papeles. Me acerqué a él y busqué mi nombre en la lista de cuarto curso. Me tocaba en la clase C. A mi lado, las dos chicas gritaron. Les tocaba en la misma clase con Samuel.
-Es el primer año que nos toca a los tres juntos.- exclamó la de pelo rojo. Tenía que saber cual era cual. Me estaba volviendo loca.
-Melania, tranquilízate, mujer.- dijo la que suponía que era Aminore, si la otra era Melanie.
-Vale, me tranquilizo.- dijo más relajada.
-¿Qué clase te ha tocado, Sarah?- preguntó Samuel.
-La C, ¿qué hay en esa clase?- quise saber.
-Eso -señaló un grupo de chicos con chaquetas típicas del fútbol americano. Uno de ellos me miraba como ¿interesado? Con ellos habían unas chicas que catalogué como animadoras. Ya lo averiguaría.- Y ellos.- se refirió a un grupo donde habían varios chicos y chicas con aparatos dentales y con gafas de culo de vaso. Tenían pinta de ser los típicos empollones del club de ajedrez.- No te preocupes por los energúmenos, entre ellos está Tobías, aunque él no va a tu clase, y mi hermana. Ella está en el último curso, aunque lo ha repetido.
-Procuraré llevarme bien con ellos.- dije. En cuanto lo dije se oyó desde dentro del edificio como una pelea. Todos volvieron la vista hacía el pasillo donde habían unos chicos de las chaquetas de fútbol americano dándole unas bofetadas a un chico de las gafas de culo de vaso y brakets. ¡Que feo que era el pobre! Rubio de ojos azules, me jugaba lo que quisieran a que si se arreglaba como un hombre, podría llegar a volver a todo el equipo de animación femino a sus pies. Sería feo con esas pintas, pero no tenían ningún derecho a darle. Cogí aire y me dirigí hacía donde estaban. Ya se había formado un corrillo en torno a ellos. El chico intentaba inútilmente defenderse y los demás animaban a uno de ellos para que siguiera pegándole. Antes de que arremetiera ese puñetazo, el chico tenía los ojos cerrados, esperando el golpe. Pero el golpe no llegó. No sé como, llegué hasta detrás de la enorme mole aquella y le cogí la muñeca con firmeza. -No le pegarás.- conseguí decir. Mi voz sonaba por todo el pasillo. La gente se había callado.- Como le des, vas a arrepentirte el resto de tu vida de eso me encargaré personalmente.
-¿Una gótica pretende amargarme la existencia?- se rió- ¿Cómo? ¿Echándome una maldición?- se volvió a reír, en compañía de todos sus amigos.
-¿Quién ha dicho nada de una maldición? Soy gótica, no bruja.- dije apretando más su muñeca. Los lobos tenemos más fuerza que los humanos, por lo que oí que algo crujía bajo mi mano. Soltó un grito de dolor, pero por mucho que intentó desprenderse de mi mano, no lo consiguió.
-¡Pedazo de zorra! ¿Qué co** estás haciendo? ¡Suéltame!- gritó. Obedecí y solté su muñeca. Se la había dejado hecha polvo, estaba totalmente rota y eso que no soy médico como para saberlo, se notaba a simple vista. El… prefiero no denominarlo con ningún nombre concreto, se quedó estupefacto al igual que el resto de los adolescentes reunidos en torno a nosotros.
-Me podrás llamar pu**, zorra, cotilla, metomentodo, fea, gorda, gili******, todo lo que quieras, pero yo sé lo que soy y no es nada de eso. Eso es lo que importa, no lo que tú pienses.- le aclaré.
-Juro que serás tú la que le sea imposible poner un pie en este instituto sin que seas rechazada.- prometió.
-Te voy a dar un consejo: no jures lo que no puedas cumplir. Y, tranquilo, estoy tan acostumbrada a los rechazos por parte de todo el mundo que me es indiferente. Y lo que te voy a decir no es una amenaza, es un aviso.- me acerqué a él con el propósito de intimidar, cosa que no podía mi baja estatura con respecto a eso que tenía enfrente.- Como volváis tú, tus amigos o cualquiera- levanté un poco la voz para que se me oyera bien claro.- a meterse con otro o a pegarlo, ese o esa tendrá que asumir las consecuencias. Si se cree tan guay como para pegar al otro, que sea guay también para aceptar lo que ha dado, porque lo va a recibir y yo puedo mantener esta promesa porque puedo cumplirla.- hablándole al chico con indiferencia.- ¿Como te ha sentado lo que te he hecho?
-Ahora mismo tengo ganas de matarte.- susurró entre dientes.
-No hagas lo que no quieres recibir.- susurré yo también, aunque se me oyó bastante bien.-No eres nadie si te comparo con ese chico.- hice un movimiento de cabeza que daba a entender a quien me refería: al que había pegado.
-Es él quien no es nadie.- respondió. -No desde mi punto de vista. Él tendrá un futuro y una familia digna, una mujer decente y unos hijos como él. Se debería sentir orgulloso por lo que es. Pero tú… tu mujer habrá pasado por todas las camas y tus hijos serán poco menos que tú. Serás un borracho que irá de putas todos los fines de semana. Tú deberías sentirte mal por lo que eres, pero si todos fuéramos iguales el mundo no tendría sentido. Tiene que haber variedad de colores como en un cuadro. Imagínate un cuadro pintado del mismo color todo, ¿tendría sentido? No, pues así es el mundo, como un cuadro. No cambieis nadie, pero si queréis descargar vuestra furia o frustración, compraos un saco de boxeo, no utiliceis a otras personas.- no me creía ni yo misma lo que estaba haciendo. Yo, dando un discursito, delante de todo el instituto, no lo había echo en la vida. Ahí, al darme cuenta es cuando me corté.- Ahora podéis hacer lo que os dé la santa gana, dependiendo de lo que hagáis habrán consecuencias buenas o malas.- dicho esto me abrí paso entre la multitud. Tocó la alarma de comienzo de las clases.

miércoles, 6 de marzo de 2013

PERSONAJES

SARAH

Sarah es una chica con un gran secreto escondido que saben pocas personas, entre ellas su mejor amiga Natasha y su más fiel amigo, Nataniel. Murió su padre hace ocho años, cuando ella tenia ocho.No le gustan muchas cosas, pero entre ellas destaca una y es que no soporta que se metan con alguien, aunque sea un enemigo acerrimo. Aparte de eso, también es tímida y poco sociable, preferiría estar en una habitación sola a oscuras con la música puesta que en una fiesta. En cuanto a físico es algo envidiable por las animadoras y populares y que podría volver loco a chico, una mezcla explosiva de curvas incluso en su cabello oscuro. En cuanto a su historia, ya he mencionado anteriormente que esconde un secreto: puede transformarse en un lobo, dependiendo de la situación. Este secreto guarda otro que ni ella misma sabe, solo su madre.

TOBÍAS

Tobías es un chico agradable y preocupado por lo que quiere, aunque también muy sobreproctector. Su apariencia es de un chico de dieciseis años, pero enrealidad tiene más de trescientos, se conserva así por la inmortalidad que escogió cuando era niño. Se enamora de Sarah desde el primer momento, aunque sigue sin creer en el amor a primera vista. Es hombre lobo.

NATANIEL
Nataniel empieza siendo el mejor amigo de Sarah durante su infancia y parte de adolescencia. Cuando ella empieza a salir con Jeremias, él decide olvidarla volviendose un rompecorazones, ya que no se habia atrevido nunca a decirle que la queria. No se lleva, lo que digamos, muy bien con Tobías. En lo único que coinciden es que quieren hacer felices a Sarah. Es un vampiro joven, de unos noventa y tantos.

JEREMIAS
Es tres años mayor que Sarah.Salió con ella antes de que esta se fuera de la cuidad. Es hermano de Natasha, la mejor amiga de Sarah, a traves de la cual conoció al amor de su vida, como él denomina a su exnovia. Es humano, cazador del segundo distrito, uno de los mejores centros de entrenamiento. Su sueño es olvidar de una vez por todas a Sarah, aunque sabe que no podrá, y formar una familia lejos de la caza de vampiros y hombres lobo.

NATASHA
Es la mejor amiga de Sarah y novia de Yuna. Sarah y ella se conocen desde niñas, ya que las diferencias son las que las han juntado: Natasha tiene un carácter fuerte y sin temor a decir lo que piensa, mientras que Sarah era muy tímida y poco sociable. Es la única, a parte de Nataniel, que conocia su secreto cuando iban juntas al instituto. Natasha es un vampiro desde que Nataniel la convirtió, de eso haría unos meses.

YUNA

Hermana de Nataniel y novia de Natasha, es decir, nueva amiga de Sarah. Físicamente, no se parece mucho a su hermano, pero por dentro son iguales. Se consideran hermanos porque los convirtió el mismo vampiro, que dejaba un rastro genético suyo en la transformación, de ahí su parecido. Nunca en su vida, y mira que es larga, a discutido con nadie y siempre se ha echo de querer, por lo que no hay nadie que la odie. Es vampiro desde hace milenios.

SAMUEL
Es el sobrino del chófer de Tobías, va al mismo instituto que Sarah y este último. Es dulce y no le caen muy bien ningún chico, incluyendo a Tobías. Se lleva mal con las animadoras, pero sabe que una de ellas, Maika, quiere algo más que una simple amistad con él.Sabe que Sarah está embarazada y que es lobo, a pesar de que él es humano. Pronto se convertirá en algo más para alguien.

AMINORE
Se hace llamar Aminore, ya que su real nombre es muy complicado, ni siquiera ella sabe pronunciarlo bien, y se inventó ese nombre. Incluso los profesores la tienen en la lista de alumnos como "Aminore Borton". Le gusta Carlos, uno de los jugados de fútbol americano, justamente el mismo con quien se acostó el primer año que entró a ese instituto. Es muy agradable estar con ella, te trasmite una sensación de tranquilidad, aunque esté muy nerviosa, y le encanta ir de compras. Es como una modelo. Le propusieron entrar al equipo de animadoras, pero lo rechazó, ya que dejaría de lado a Melanie y a Samuel por un puñado de chicas rubias de bote con minifalda. También esconde un secreto que rebela a todo el instituto por accidente.

MELANIE
Será una muy buena amiga de Sarah, de Aminore y de Samuel. ¿No sabeís de aguna chica que crea que no encaje y en realidad es la última y única pieza de un puzzle? Así es Melanie. Es alegre y muy activa. Por su aspecto se podría decir que es una chica estúpida que no se entera de nada, pero es todo lo contrario. Desconfida. Le cuesta hacer amigos. Tiene una hermana, Maika, que solo la quiere para acercarse a Samuel.

CHRISTIEN
Es prima de los adoptados hermanos Luorisen, Natasha y Jeremias. Por apariencia es muy guapa y tiene a todo el instituto detrás de ella en tan solo dos días, pero a ella no le interesa relaciones. Pertenece al segundo distrito, cazadora de vampiro y hombres lobo al igual que su primo, la única diferencia es que el sueño de Christien es acabar con todos los seres de la oscuridad.

domingo, 3 de marzo de 2013

Nadie dijo que el primer día fuera fácil

La primera clase que tocaba era la de tutoría. Nos presentaban a los nuevos de la clase, es decir yo, los profesores, se entregaban los horarios y se seguía con las clases normales. Era empezar de nuevo el curso. No tendría que estudiar mucho. Entré en el aula, hubiera sido como una más peto el espectáculo que había montado antes de que empezaran las clases, había echo que la inmensa mayoría me mirara entre agradecimiento, los que eran acosados aunque ninguno se acercó a presentarse, no les culpaba, y mal. Os podéis suponer los que me miraban mal, los que acosaban. Les había jodido la fiesta y realmente ni me importaba. Me senté en un lugar apartado, pero que pudiera ver todo lo que ocurría en el aula, sin llamar demasiado la atención del resto de mis compañeros, en resumen, el primer lugar que pillé, para que engañarse, ya iba por inercia a mantenerme apartada. Fue entrando el alumnado. El chico al que había defendido se puso a mi lado, algo tímido. Fue el único que se presentó.
-Hola, em- se aclaró la garganta y se estiró el cuello de la camisa. Estaba nervioso.- Gra-gracias. Nu-nunca nadie se- se ha molestado en eso ya sabes.- la palabras se le atropellaban en la boca, por eso tartamudeaba. Hablé con tono tranquilo, intentando trasmitirle esa tranquilidad.
-Hice lo que tenía que hacer, ni más ni menos. Te confieso que es la primera vez que lo hago.
-¿Por qué lo has hecho?- habló más sosegado.
-Porque a mí también me hubiera gustado que una voz se alzara sobre las demás cuando me estaban pegando una paliza. Nunca estuvo esa voz. Una vez que me defendieron, el chico acabó en urgencias e ingresado tres semanas.- ¡pobre Nataniel! Me dolía recordar el momento ese. Nataniel no hacía más que escupir sangre y por mucho que imploraba a sus agresores, no conseguí nada. Todo por simple diversión. Si querían pegarse, que se dieran entre ellos, no a mí, una débil e inofensiva Sarah. Nataniel acabó con varias costillas rotas y el orgullo por los suelos, al igual que la dignidad. Sacudí la cabeza para aullentar esos dolorosos recuerdos. Presentación, presentación no había sido, no me había dicho su nombre, pero había agradecido mi atrevimiento. Algo es algo. No volvió a decir nada. El chico que me miraba al entrar, seguía mirándome desde el final de la clase, notaba su mirada clavada en mi espalda. Cuando estuvimos todos sentados, entró el profesor que iba a ser nuestro tutor, saludó y pasó lista. Cada uno que nombraba tenía que levantar el brazo para los demás supiéramos quiénes éramos. Averigüe que el chico que tanto me miraba se llamaba Carlos y el chico al que defendí, Tomás. El tutor, el profesor de lengua, el señor Golden. La clase transcurrió monótona y sin problema, todo lo que explicaban me lo sabía de sobra, por lo que no presté una máxima atención. El profesor se dió cuenta y mientras explicaba se iba acercando a mi pupitre.
-Señorita Sarah, por lo que veo no le interesa a usted todo esto, ¿no es así?- se interrumpió cuando llegó a él.
-Perdón señor, es que yo ya me sé todo esto. En mi anterior instituto ya dimos este tema. Y los de toda la evaluación.- le dije convencida.
-Me parece un poco extraño que ya haya dado lo que yo estoy explicando.
-No se crea que a mí no. Me ocurre lo mismo. Es extraño que en dos lugares distintos le expliquen igual, lo mismo.
-¿Ya se ha examinado de éste tema?
-Si.
-Entonces, ¿no le importará que le ponga un examen ahora mismo.
-Para nada, si usted lo tiene preparado por mí no hay problema. ¿Alguna nota mínima que tenga que sacar?
-Un ocho y medio.
-Echo.- se escuchó como los de el fondo murmuraban. Tomás se ofreció a decirme la respuesta a alguna pregunta, ofrecimiento que rechacé. El señor Golden, por lo visto, preparaba los exámenes de primera evaluación de todos los cursos en verano. Me envió al fondo de la clase, junto a Carlos. Para que no molestaran, les encargó leerse unas páginas y unas actividades. La estancia se quedó en un completo silencio. Golden me entregó mi examen para que lo fuera rellenando. Me leí primero todas las preguntas y fui contestando. Notaba como Carlos me miraba de reojo. Antes de media hora, el examen estaba acabado y sobre la mesa del profesor. Ví como cada vez sus ojos se abrían más mientras lo corregía. Antes de que acabara la clase, me llamó a su mesa. Obediente, me levanté y fui a donde me había mandado. No me dijo nada, sólo me dió el examen corregido. Lo tenía todo bien, todas las respuestas bien redactadas.
-Éste trimestre sacará muy buenas notas si sigue así. Lamento decirle que tendrá que hacer los exámenes con los demás alumnos.- se disculpó.
-Entiendo que son las normas, señor Golden. No puede usted poner un examen a mis compañeros y a mí no, es comprensible. No tengo ningún tipo de problema en hacer esos exámenes en la fecha que usted marque.- dije.
-Me sorprende su actitud, Sarah.- no era bueno que me llamara por el nombre, eso implicaba exceso de confianza.- Ojalá todos tuvieran la misma iniciativa.
-Si todos tuvieran la misma iniciativa, señor, todos seríamos iguales, pero creo que eso ya lo sabrá usted. Si eso pasara, ahora mismo se estaría quejando porque no hay a quien reprochar su falta de interés, trabajo y atención en clase.
-Estoy totalmente de acuerdo con usted.- dijo. En ese instante, sonó de nuevo la alarma de final de las primeras clases. Salieron todos, me quedé la última, pero no me importó. Todos fueron a almorzar a la cafetería, todos menos yo. Empecé a sentir náuseas. Los embarazos de los lobos duran menos, son más rápidos. Las lobas comunes tenían 60 días de gestación, pero a las lobas como yo, eran menos tiempo, unos seis meses. Rezaba para que no se me hiciera mucha barriga. En vez de ir a la cafetería, fui a la enfermería. No fui directa, no sabía donde estaba, pero pregunté al señor Golden antes de salir de clase. Los pasillos estaban desiertos. Seguí las indicaciones del profesor y llegué delante de una puerta donde decía bien claro lo que era lo que había detrás de ella. Toqué la puerta dos veces y no entré hasta que me dieron permiso. Sólo había una enfermera joven y un chico sentado en la camilla, de espaldas a mí.
-Ven- me dijo la enfermera. Me dirigí hacía ella.- ¿Qué te ocurre?- estaba vendando la muñeca de al que se le había.
-Siento náuseas, ganas de vomitar.- expliqué
-Entiendo. Y contigo, James, ya he acabado, que te has librado de las primeras clases porque te dolía demasiado.- James se bajó de la camilla y pasó tan cerca de mí que pude notar su respiración en mi hombro
-Después quiero hablar contigo.- me susurró al oído. Procure que no se notara mi sorpresa, lo disimule bastante bien.
-Cuando y donde.- dije con voz firme.
-En cuanto salgas de aquí te estaré esperando fuera.- siguió susurrando a pesar que yo lo había dicho lo suficientemente alto como para que nos oyera la enfermera, que estaba muy ensimismada preparando la camilla, no nos prestó atención. Cuando miré a mi lado, James ya no estaba. Me senté en la camilla, ya preparada.
-¿Náuseas ha dicho? ¿Desde cuando?
-Desde… no sé. Me van y me vienen.
-Puede que mi pregunta le resulte un poco extraña o impertinente, ¿pero estás embarazada?
-¿Como lo ha sabido?- no traté ni de disimular mi sorpresa, mezclada con terror.
-¿Eso es un si?
-Si.- me desesperé. Se hizo silencio.- Por favor no lo comentes con nadie. No quiero que nadie se entere.
-Por mí no se enterará nadie.- prometió.
-¿Como sabías eso?- volví a preguntar.
-Me lo dijo mi hermano, Samuel. Creí que era mentira, quería comprobarlo. Veo que no se equivocaba.
-Ah, tú eres la hermana de Samuel. Dijo que estabas repitiendo último curso.
-Eso es lo que le dije, pero en realidad estoy aquí ejerciendo de esto, lo que me gusta. En cuanto a lo que te pasa, me gustaría que te hicieras la prueba.- me tendió un aparato de esos para el test de embarazo. Lo cogí.
-Vale, pero no sé como se utiliza esto.- confesé. Me lo explicó, pero no sabría deciroslo exactamente. Sólo sé que estaba azul y que si se ponía rosa, es que si estaba embarazada. Y se puso rosa.
-No te puedo dar nada contra las náuseas, a no ser de…
-No quiero abortar.
-Todavía estás a tiempo. Tres meses es bastante, pero puedes.- dijo. "¿Tres meses? Si que va rápido. A este paso lo tengo la semana que viene." pensé.
-No voy a abortar. Y te pido por favor que no le digas a nadie.
-Qué si. No te preocupes tanto.- repitió su juramento.- Ah, y por cierto, muy valiente tu comportamiento de ésta mañana. Nadie se ha atrevido nunca, yo tampoco.- alagó. Yo sólo alcancé a sonreirle antes de salir por la puerta y cerrarla por detrás de mí. Cuando volví la cabeza tenía a James a muy pocos centímetros de mí. Me dió un susto que dejé que viera.
-¿Te has sentido mejor cuando me has dejado en evidencia delante de todo el instituto?- susurró.
-Me hubiera gustado que no fueras tú al que le rompiera la muñeca.
-Entonces, ¿a quien? ¿A Tobías? ¿A Carlos?- me tenía presa entre la pared y su cuerpo.
-No es de aquí.- mi voz ya volvía a su tono de indiferencia. No sé si os lo imagináis, pero os lo digo de todas formas. Me hubiera gustado dejado sin muñeca a Jeremías. Es cierto que del amor al odio hay un paso.
-Creo que te perdonaré. No vale la pena estar en guerra con una chica tan buena. ¿Sabes que se hacen con chicas como tú? Uno se tiene que acostar con ellas, no pelearse.- dijo con tono seductor. Levanté un ceja.
-No me hagas romperte la otra muñeca.- dije muy tranquila. Me deslicé por la pared y me libré de él. Fui a mi taquilla, la 436, y cambié mis libros por los que tocaba a la siguiente hora. Cerré la taquilla y había alguien ahí, mirándome, con el torso del brazo derecho apoyado en la taquilla contigua a la mía.
-Dijeron que volvía Tobías, lo que no dijeron era que viniera tan bien acompañado.- dijo Carlos como coqueteando.
-Todos sois igual de superficiales.- eché a andar. Él me seguía.
-¿Y que te hace pensar eso?- interrogó.
-He estado en más institutos que tú y puedo asegurarte que es lo mismo en todos.
-¿Por eso defendiste a ese pringado ésta mañana?- se puso delante de mí, cortando el paso. Lo bordeé y seguí andando. Lo dejé atrás, pero decidí girarme y mirarlo a la cara, a pesar de que estaba a unos diez metros.
-No, lo hice porque me hubiera gustado que alguien interviniera cuando me pegaban a mí. Me tiraban los libros, escupian sobre ellos y me los destrozaban, pero ¿sabes que? Por muy buena que estuviera nadie ni nada les paraba los pies y alguna vez no sólo le tocaban a los libros. Esas veces estuve a punto de suicidarme, pero esa no es la mejor solución. Pero claro, tú eres el que pega y el que no tiene una cosa llamada empatía ¿sabes acaso lo que es? Supongo que no, pero tampoco me voy a parar a explicarlo a un animal.- dí media vuelta y seguí mi marcha. A ella se me unió Samuel, Melanie y Aminore.
-¿Qué tal las clases?- se interesó Melanie.
-No creo que nadie se atreva a meterse conmigo éste curso.- dije como si tal cosa.
-Ni contigo, ni con nadie. Te has ganado buena fama el primer día.- respondió la misma.
-Me importa lo que piensen de mí lo mismo que el interés que sienten por mí los idiotas de Carlos y James.
-No es interés, es apuesta. Todos los años, hacen apuestas para ver quien se tira antes a una nueva y después romperles el corazón.- contó Samuel.
-El problema es que has sido la única nueva éste año.- dijo Aminore.
-Así que prepárate, porque vas a tener a todo el equipo de fútbol detrás de ti hasta que alguno de ellos consiga acostarse contigo.- añadió Melanie.
-Yo lo tengo claro, no me voy a meter en la cama con ninguno de esos.- miré a Samuel e inconscientemente llevé una mano a mi vientre. Melanie pareció darse cuenta, pero si lo hizo, lo ignoró.
-Yo también lo tengo claro. Decía antes lo de porqué venías al instituto por eso. Me gustaría saber por quien hubieran hecho la apuesta.- dijo Samuel.
-Por las vírgenes.- intervino Aminore.
-Entonces sería por mí.- añadió Melanie. Eso era una indirecta muy directa.
-No es mi culpa, ¿vale?- respondió enfadada.
-La culpa la tienes ahora que te gusta.- contraatacó.
-Ya vale, por favor.- corté.- Ella no tiene la culpa de enamorarse y ella eligió con quien perdió la virginidad.- la miré esperando una explicación.
-Carlos.- susurró bajando la vista, avergonzada. Abrí en cuanto a penas los ojos.- El año pasado. Era nueva. Pensé una tontería y me dejé llevar.
-Tenemos que hablar. Yo también tengo cosas que contaros.- propuse.
-Tu vida entera, Sarah, nos tienes que contar tu vida entera.- corrigió Melanie.
-A mí también.- añadió Samuel.
-Cuando queráis.- dije. A lo lejos del pasillo ví a Tobías encabezando a su grupo. Pasaron por delante de unas animadoras y les echarban piropos. Se acercó a nosotros.
-Sarah, ¿te vienes?- me preguntó chulo Tobías.
-No.- respondí cortante.
-Vamos, nena, ¿qué pierdes?- volvió a preguntar.
-Mi dignidad.- contesté, levantando una ceja.
-No creo que pierdas tu dignidad por venir con nosotros.-
-Si es que tienes.- respondió otro. Todos rieron, incluyendo a Tobías. Ese otro tenía el pelo negro azabache tintado de rubio por la parte delantera, ojos azules y piel blanca. Me sonaba. Creo que venía a mi misma clase.
-Me dais más razones todavía. No soy el bufón de nadie y mucho menos de una panda de imbéciles.- dije. Ellos pararon de reír.
-Haber si me ha quedado claro: ¿nos estás llamando imbéciles?- preguntó el del pelo oscuro.
-Creí que eras corto, pero no que llegaras a ese extremo.- dije indiferente.
-Escucha, te voy a…
-Tío, déjala.- interrumpió Tobías.
-Se está metiendo con nosotros.- replicó.
-Hayden, esa es la que le rompió la muñeca ésta mañana a James.- intervino un tercero. Hayden me miró confundido y después con terror. Hice una mueca imitando a una sonrisa falsa.
-Si quieres que te rompa a ti también una muñeca sólo tienes que decírmelo, que yo lo hago encantada.- parecieron ofenderse, porque empezaron a desfilar por nuestro lado. Cuando tuve a Tobías pasandome por el lado derecho, lo cogí firmemente del brazo.
-¿Vas a participar en esa apuesta?- susurré acercandome. Él me miró con picardía.
-No creo.
-¿Y dejarás que lo hagan?
-En todo caso sería yo quien se acostara contigo.
-Sabes perfectamente que no. Disfruta de las dos veces que me has visto desnuda.- bajé todavía más la voz.
-La próxima será en una cama y yo también estaré desnudo.- también bajó el tono, aunque lo que decía no era precisamente eso.
-Inténtalo.
-Me gusta los retos.- se desprendió suavemente de mi mano y se fue.
-Nos vas a tener que explicar esto.- dijo Melanie.
-¿Como puedes siquiera hablarle?- preguntó Aminore.
-Vivo con él.
-¿Que, que?
-Ya sabemos quien gana.- insinuó Melanie.
-No tiene porque- contraatacó Samuel.
-Si te dijera la cantidad de chicas que no quieren vivir con él, las podría contar con los dedos y me sobrarían.-
-Porque para las chicas que quieren vivir con él necesitaríamos como unos dos años contarlas.- dijo Aminore.
-Pues a mí no. Me gustaría estar viviendo con Nataniel.
-¿Quién es Nataniel?- preguntó sin entender Melanie.
-Ya os dije que tenía muchas cosas que contaros.- en ese preciso instante sonó la alarma de incendios.