
Sonreí. Recordé cuando yo tocaba el piano y cantaba para mi madre o cuando lo tocaba para que bailaran las otras bailarinas de la academia de mi madre. Amaba todo aquello: los bailes, las partituras, todo. Mi madre estaba enamorada de mi voz. Decía que era dulce como la miel, pero sin llegar a ser empalagosa y que mis dedos sobre el piano parecían ratones intentando escapar, aunque en realidad no iba tan rápido como ella decía. Prefería tocar lentamente, analizando cada nota para no desafinar, seguía siendo muy perfeccionista. Me acerqué al piano y pasé los dedos por encima del teclado, como si lo acariciara. Toqué una nota y después otra. Si tocaba un poco seguramente ni me oirían los invitados, algo que jugaba a mi favor. Me senté en la banqueta y comencé de nuevo la melodía, la canción favorita de mi madre. Sin apenas darme cuenta entoné la letra. De mi boca salían esas palabras que Adele quería decir con su Set Fire To The Rain. Cerré los ojos para concentrarme y sentir esa hermosa canción que tanto emocionaba a mi madre. Cada nota hacía un recuerdo, cada sílaba un nuevo sentimiento. Recuerdos olvidados, sentimientos enterrados en el fondo de el pozo del olvido. Un cúmulo de sensaciones desconocidas o tal vez escondidas invadian todo mi cuerpo, haciéndose con él, arrebatándomelo. Fue cuando supe que mi bebé seguía vivo. Sonreí para mis adentros. Me hubiera gustado que la canción durara eternamente, pero se acabó y si no llego a estar sentada, probablemente me habría desplomado. En la puerta, alguien aplaudió. Miré hacía esa dirección con curiosidad. Hice florecer una sonrisa en mi cara. Samuel me dedicó una de sus perfectas sonrisas, idéntica a las de Nataniel. Se acercó a donde yo estaba, midiendo cada paso, hasta quedar apoyado en el piano.
-Lo has hecho muy bien.- me felicitó.- Es la voz más bonita que he oído.
-¿Tú sabes tocar el piano?- levanté una ceja. Por respuesta obtuve que se sentara a mi lado y tocara algunas notas. Conocía esa canción, pero nunca la había cantado por falta de un chico, ya que era un dueto. Rihanna con Mikky Ekko, una composición llamada Stay. Ahora era el momento que había esperado y lo aproveché. Samuel cantó conmigo. Tenía una voz maravillosa. Trasmitía tanto con tan poco como era su voz. Parecía como si un ángel te susurrara alguna canción celestial al oído. Pero no era un ángel, no era un ser alado y mitológico, no, era un chico de carne y hueso, sentado a mi lado, tocando y cantando. Fue cuando supe que había una conexión o un lazo que nos unía, no hablo de forma amorosa, sino como algo que va más allá. Algo que ni siquiera la ciencia puede explicar. Samuel y yo nacimos para estar juntos, pero no de esa forma. Un presentimiento de amistad cruzó mi corazón, una señal de que era el momento que había estado esperado lo que llevo viva, el momento que mi madre había escogido en crear una academia de baile o mi padre pedirle matrimonio a mi madre a pesar de las diferencias y a lo que tendría que renunciar. Era el momento de crear música.
-Tu voz es impresionante.- alagó.
-No más que la tuya.- se encogió de hombros.
-No es que haya mostrado mi voz a muchas personas.- nos callamos.
-¿Crees que podríamos…?- insinué.
-Estaría bien. Yo también lo estaba pensando.- parecía telepatía. O simplemente que habíamos pensado lo mismo. Mi sonrisa se ensanchó, si es que se podía. Ahora sólo faltaba una habitación totalmente vacía, que las paredes fueran espejos y con barras. Es decir, una habitación para practicar tanto baile clásico, como era el ballet, como baile moderno. Cuando mi madre tenía la academia pasaba horas bailando sobre las puntas, pero conforme pasaron los años, empecé con las mallas y las camisetas escotadas. Alternaba las dos clases de baile. Pero lo que mejor hacía según las alumnas de baile clásico de mi madre, era tocar el piano para que ellas bailasen. Les tocaba el Lago De Los Cisnes, El Cascanueces y muchas otras que les gustaban. -¿Desde cuando tocas?- preguntó.
-Desde hace mucho. Empecé con tan sólo unos cinco años.- contesté.- ¿Y tú?
-Unos dos años.- se encogió de hombros.
-Pues para tan poco tiempo, tocas muy bien.- alagué. Él se rió.
-Gracias, supongo. También toco la batería y la guitarra.
-Aquí sólo hay piano, además de que es lo único que sé tocar.
-También sabes cantar.
-No soy la única.- añadí refiriendome a él.- Y bailar tampoco se me da muy mal.
-Cantas, bailas y encima tocas el piano.
-Encima no, debajo.- hice la gracia a la que él rió.- No toco tantos instrumentos como tú, pero me valgo con este.
-La voz puede ser mejor que cualquiera de ellos.
-Tú no es que te quedas atrás con ese tema.- nos quedamos en silencio hasta que alguien vino: Tobías.
-¿Interrumpo algo?- preguntó.
-No, nada. Mejor os dejo solos. Princesa, a sido un placer compartir éste rato con usted.- hizo una corta reverencia y se fue. Tobías se sentó junto a mí.
-¿Sabes ya que te vas a poner? La fiesta es ésta noche.
-¿Ésta noche?
-Si, creí haberlo mencionado.- me miró preocupado.
-Entonces es mejor que me vaya preparando.- me levanté, salí por la puerta, no sin antes escuchar como decía detrás de mí.
-A las nueve tienes que estar preparada.- fui al baño y me dí un baño sin mojar el pelo. Al principio me dolían las quemaduras. Solté un leve gemido de dolor, aunque se volvió soportable. Enjaboné mi cuerpo con cuidado.
-Parece que lo provoques.- apareció Tobías apoyado en el marco de la puerta.
-Y tú parece que no lo evites.- contraataqué.- ¿Por qué apareces, así, justamente cuando me estoy duchando?
-Me gusta verte desnuda. Aunque, claro, me gustaría que lo estuviéramos los dos.- se encogió de hombros y yo levanté una ceja.
-Lárgate.- ordené.
-¿Te molesto?
-No es muy cómodo que digamos.
-Hay chicas que les gustaría estar en ésta situación.
-No soy una de ellas. Ahora largo, invades mi intimidad.
-Deberías vengarte
-No siento ningún tipo de emoción por invadir lo mismo que tú y menos si es la tuya.- soltó una carcajada.- Vete.
-¿Y si no quiero? ¿Que harás?- desafió.
-Se lo contaré a mi hermano.
-Ya ves tú. Me tiemblan las piernas.- dibujó una falsa mueca de terror en su rostro.
-Tú lo conoces mejor que yo. Tendrías que saber lo que es capaz de hacer cuando se meterse con su familia.- ésta vez si que pareció horrorizarse. Un atisbo de miedo apareció en sus ojos.
-Por su culpa, por defender a su hermana, casi descubren nuestro pequeño secreto. Si, sé muy bien de lo que es capaz por alguien a quien ama.
-¿Te irás?- me miró con malicia y sin responderme, cerró la puerta cuando salió. Sonreí. Me desenjaboné y salí de la ducha. Me solté el pelo que había recogido para no mojarlo y me senté en la butaca. Cerré los ojos y recordé mis pocos días junto a Nataniel: su declaración, nuestro primer beso, mi embarazo, su enfado y la reconciliación. Una lágrima se me escapó, corrió por mi mejilla y oí como cayó al suelo. Abrí los ojos, sacudí la cabeza para que aquellos recuerdos no me deprimieran o sufriera con ellos y me levanté, para salir y llegar a mi habitación. Elegí un vestido bastante formal para la ocasión pero que remarcaba mi estilo:
Me recogí el pelo cogiendo los mechones que me molestaban en la cara y cogiendolos detrás de la cabeza. Después, bajé. Tobías llevaba el típico esmoquin, sólo que un poco anticuado.
-Creo que serás la chica que más moderna vista. Todos van de época.-objetó.
-¿De época? ¿A que te refieres?
-Allí todos, hombres y mujeres, van vestidos de época, más exacto, de la Edad Media, donde impusieron un rey y a la que pertenecemos la mayoría de nosotros.- explicó.
-¿Eres de la Edad Media?- me sorprendí.
-Media-Moderna, por ahí.- dijo sin darle importancia.- Tampoco Nataniel es que sea mucho más joven.
-Nataniel debería de estar muerto desde hace casi un siglo, pero afortunadamente no lo está.- contradije incómoda. Me incomodaba tener que hablar de él con Tobías.- De todas formas, los dos podríais ser mis padres.
-En eso tienes razón.- rió.
-O mis abuelos.- añadí
-También.- pero no pudo contenerse mucho antes de soltar otra carcajada. Cuando se tranquilizó un poco, consiguió hablar.- Asistirá un sabio, tiene como cinco siglos más que yo y se conserva como un abuelo de sesenta o setenta años.
-Ese, directamente, podrían ser mi tataratataratataratataratataratataratatarabuelo, ¿no?- respondí sarcástica. Se volvió a reír, pero no le duró tanto.
-Lo digo porque podría ayudarte algo con el embarazo o por lo menos, darte algún tipo de consejo o información.
-Sería útil, vamos.
-Si, eso.- miró el reloj que llevaba en la muñeca y abrió mucho los ojos.- ¡Dios mío! ¡Ya son las nueve! Más vale que nos demos prisa si no queremos llegar tarde. Toma.- me dió una máscara:

-¿Para qué quiero yo eso?- me quejé.
-Es la tradición. Antes de ser coronada, la reina no puede mostrar su rostro al completo, sólo lo que no cubra una máscara veneciana.
-¿Y el príncipe? ¿No lleva máscara antes de ser coronado rey?
-No, el príncipe no. Pero no importa porque en éste caso no va ha haber rey a no ser de que te cases
-Pero todos sabemos que eso no va a pasar, no por ahora. Aunque sea Nataniel. Con él me casaré cuando yo crea conveniente, no cuando alguien diga "oye pues vosotros os casáis ya y punto"- imité con una voz aguda.- Y no pienses que porque necesiten un rey, tú lo vas a ser. Ya has tenido bastante con todo éste tiempo que no hemos estado ni mi padre ni yo.Ahora, vámonos.- me puse la máscara y salí de la casa. Tobías me siguió y cerró la puerta detrás de él. Sebastián nos abrió la puerta trasera para entrar en la limusina. Entré yo primero, seguida de mi acompañante. Estuvimos bromeando sobre como irían algunos invitados, poniendo su dedo índice sobre su labio superior. Yo me limitaba a reír. Seguía haciendo el bobo y a mí llegaron saltarseme las lágrimas. Era muy gracioso verlo, intentando hacerme primero sonreír y después, reír. Lo estaba consiguiendo. La limusina paró delante de una gran mansión de estilo románico. A las puertas de esta había plantado un niño de unos seis o siete años, mirando el horizonte:
Su mirada penetraba hasta el más duro corazón. Un escalofrío recorrió mi espalda, cuando al bajar de la limusina, lo divisé. Nos acercamos hasta la puerta. Sin articular palabra, la abrió, haciendo una leve reverencia. Todos los invitados ya estaban presentes.


Hola, me encanta tu novela es preciosaa, me encantan los vampiros y los hombres lobo. Bueno me pasaba para decirte que sigas que lo haces genial y que si pudieras te pasaras por pa mia que es ehtutodaviatequiero.blogspot.com seria genial porque no la lee mucha gente y eso.. bueno besooos guapa
ResponderEliminar