viernes, 22 de noviembre de 2013

Lunes

Estuvimos hasta pasada la una y media, ya que al día siguiente nos tocaba conocer el nuevo instituto. Tobías iba totalmente borracho y seguramente, cuando despertara, tendría una resaca de caballo. Samuel no lo iba tanto, pero aún así insistí en que se quedara a dormir en casa. Galatea, por su parte, iba sobria, al igual que yo. Ella optó por irse, no quería molestar a pesar de que intenté disuadirla de ello. Después de llevar a Tobías y a Samuel a sus respectivos cuartos, desapareció, así que me fui a dormir.

Me desperté más pronto de lo que pensaba. Eran las seis y cuarto. Había dormido cuatro horas y poco, pero aún así no tenía sueño. Fui al baño y me dí una ducha rápida. Por el pasillo se podía oír roncar a mi guardián. Me entraron una ganas inmensas de soltar una carcajada.

Me vestí rápidamente y salí a desayunar. Ambos chicos ya estaban despiertos, pero medio zombies. Todavía llevaban el pijama puesto y el resacón que tenían era de campeonato. Bajé contenta la escalera y me encaminé a la cocina. Allí encontré a todo el personal de servicio. Había mucha gente a nuestra disposición, y me costaría acostumbrarme a eso, pero solo una joven se percató de mi presencia.
-Señorita, ¿necesita algo para tomar?
-No, tranquila, solo quería saber que podría coger para desayunar.- indagué.
-Ya está preparado todo, señorita, puede escoger lo que quiera. El señor nos avisó de su colaboración. Él quiere evitarla a toda costa.- explicó.
-¡Oh, venga allá! Tobías.- lo llamé. Al ver que no contestaba, me disculpe de al chica y me dirigí de nuevo al piso superior.- Tobías.- repetí. El grifo de la ducha estaba encendido, así que decidí que lo mejor sería esperarlo en su habitación. Siempre se deja la puerta cerrada, por lo que la abrí sin llamar y un poco más y me lo encuentro totalmente desnudo. Solamente llevaba puesto el bóxer.
-¿Pagándote la venganza, pequeña?-sonrió con picardía. Me sonrojé, pero no pude moverme. Estaba en shock.
-No…no- ¿por qué estaba allí? No lo recordaba.
-¿Entonces…?- se fue acercando poco a poco a mí.
-No lo recuerdo.- confesé.
-A ver si esto te hace recordar.- susurró a milímetros de mis labios, los cuales unió a los suyos. Me pegó bien a su cuerpo, sujetándome de la cintura, mientras yo perdía por completo la cordura por su ternura al besarme. Deslicé mi mano desde su cuello hasta enredarlo en su fino y oscuro cabello. No fueron más de treinta interminables segundos antes de que nos separáramos para coger aire.
-Será mejor que te vistas y bajes a desayunar, que sino no llegamos.- me rubicé.
-Como quieras, princesa.- sonrió. Consternada, descendí al piso inferior, al comedor, y desayuné. No tardó en llegar Tobías acompañado de Samuel. Charlamos animadamente, como si nada hubiera pasado en la habitación. El lobo le dió algo a Sam que le evitó la desagradable resaca. Una vez acabado el desayuno, salimos a coger el coche, ya que Tobías le dió el día libre al tio de nuestro amigo.
-Yo conduzco.- comunicó el moreno. Sin contestarle, nos subimos al coche, Sam de copiloto y yo detrás. Llegamos al nuevo instituto. El lobo estacionó en el aparcamiento. Nos bajamos tranquilamente del vehículo y después, Tobías se fue por su lado. Cuando se volvió a darme un beso de despedida, en la mejilla, pude notar un cambio en sus ojos: no eran azules, sino que eran verdes. Como cuando estuvimos en la fiesta del instituto en la Jeremías me intentó matar. Sonreí sin darle importancia. Gala me avisó de que iba a cambiar, así que no había de que preocuparse.
-Tú debes ser la nueva.- oí una voz detrás de mí. Dí media vuelta para encontrarme de frente con su dueña. Era pelirroja y de piel muy clara, se podría decir que era idéntica a Melanie.
-En efecto. Sarah.- extendí la mano amistosamente, pero con una sonrisa totalmente falsa que no logré sostener por más de diez segundos. Ella rechazó la mano, girando la cabeza hacia la chica de su lado y yo retiré la mano con un encogimiento de hombros.
-Maika Harrison.- escupió con desdén. En eso llegó mi amigo.
-Sarah.- me llamó. Me cogió del brazo y me arrastró lejos de ellas.- No sería muy conveniente que te juntaras con esas…
-Ten por seguro, que antes me quedo sola que mal acompañada.- afirme interrumpiendolo. Él rió, pero su risa se vio interrumpida por la misma voz de antes.
-Sam…- suspiró.
-Para ti, Samuel.- todos los músculos de su cuerpo se tensaron.
-Como quieras. Solo queríamos hablar un poquito con Sarah.- hizo la típica mueca de niña buena.
-¿De Tobías?- intentó adivinar.
-¿Desde cuando me interesa ese? De sobra sabes que llevo años muriendo por ti.- se acercó demasiado y pasó los brazos en sus hombros.
-Pues a ver si mueres de una vez.- agarró mi mano con delicadeza y rapidez y salimos de la escena. Maika se quedó estática, con la boca abierta, sin saber que responder a eso.

sábado, 21 de septiembre de 2013

¡Party's!

Repentinamente se separó de mi, cogiendome por los hombros, de modo que sus ojos quedaron alineados con los míos. Pude apreciar un nuevo brillo. Se incorporó completamente de un salto, y antes de que pudiera reaccionar, me cogió de la mano y salió corriendo hacia la casa. Galatea nos siguió de cerca. Nada más entrar en el comedor, gritó a pleno pulmón:
-Marian, saca el caviar.- quedé un poco en shock y creo que a mi nueva amiga le pasó lo mismo. Sebastián, que en ese momento pasaba por ahí, quedó mirándolo como si hubiera dicho algo totalmente inesperado. Y lo mismo demostraron los criados, ya que Marian no venía sola. Todos, absolutamente todos los criados que habían en ese momento en la casa acudieron al comedor corriendo. Literalmente.
-Perdone, señor, ¿ha dicho que saque el caviar?- preguntó la joven dudosa.
-Así es, Marian.- respondió él con firmeza.- Preparelo para todo el servicio y Sebastián -se giró a mirarlo.- llama a tu sobrino para que venga también.- añadió.
-Si, si, señor. Ahora mismo.- se apresuró tartamudeando, lo que me pareció un tanto gracioso.
-Mi princesa.- dijo mientras hacía una reverencia hacía mí.- Espero que esta noche se arregle y se ponga más bella de lo que ya es porque esta noche vamos a celebrar que estamos vivos y que somos jóvenes para disfrutar de la vida. En cuanto termine la cena, me encargaré personalmente de llevarla al mejor pub, club o discoteca de este pueblo.- comentó. Definitivamente, era un Tobías en versión exagerada, tal y como había predicho Galatea.- Y eso va para las dos.- señaló también a la chica.
-Yo preferiría irme. Nunca he ido a un poub o como se diga lo que has dicho, ni ganas ni medios para arreglarme.- evadió.
-Yo te puedo dejar un vestido y te puedes dar una ducha aquí, sin ningún problema.- propuse.
-¡Princesa! ¿Como cree?- se escandalizó.- No, no, no y no. No merezco llevar vuestra ropa.
-Vamos, no digas tonterías. Por ahora, eres la única chica que podría considerar como amiga. Trátame como a una chica cualquiera.- ordené. Acabamos los tres de nuevo entre carcajadas.
-Como quieras.- accedió.
-Tenéis una hora.
-Pues mejor que vayamos preparándonos ya, ¿no?- hablé a Galatea. Como respuesta, cogió mi manos como antes había hecho Tobías, solo que con más delicadeza, y corrimos hasta mi habitación. Una vez allí, pasamos al vestidor, donde elegimos lo que mejor nos iría a casa una. Le dejé unas toallas, fue al baño y se duchó. Tardó como diez minutos, si llegó. Después fui yo. Tardé un poco más, para ser sincera, tardé casi media hora. Me gustaba demasiado el agua. Galatea ya estaba vestida. Solo le faltaba el maquillaje y el peinado. Pasé al vestidor y me puse el vestido elegido. Volví a la habitación y Galatea seguía igual que antes.
-¿Te pasa algo?- pregunté preocupada por su semblante. Sacudió la cabeza como si despertara de un sueño.
-Nunca antes he ido a un poub o disco…no sé que y menos me había vestido así. Parezco una zorra.- creía que se refería a la parte de arriba. La comprendía. Aunque tampoco enseñaba y además le quedaba que ni pintado.
-Se llaman pub o discoteca.- intenté amagar un poco la risa.- Y créeme, allí habrán chicas que van casi en ropa interior.- no pude más y estallé en carcajadas. Mi amiga me miraba sin entender.
-No le veo la gracia, Sarah.- espetó confundida.
-Cuando lleguemos, lo entenderás. Ahora déjame a mí.- hice que se sentara frente al tocador y comencé a peinarla. Le hice una trenza que le quedaba envidiable. Tuvo todo el rato los ojos cerrados porque quería que fuera una sorpresa. Cuando los abrió, parecía que se le iban a salir de las órbitas y la boca casi le llega al suelo.
-¡Dios mío! ¡Sarah!- exclamó.
-Tampoco es para tanto. Deberías de haber visto lo que hacía mi madre.- le resté importancia.
-Ahora me toca a mí. Siéntate y cierra los ojos.- ordenó y yo obedecí.- Ya.- avisó cuando acabo. Poco a poco conseguí entreabrir los ojos, ya que estaba agotada y casi me había quedado dormida. Quedé atónita. A mi vestido le pegaba ese peinado fantásticamente. No lo podría haber acertado más.
-Galatea…
-Llámame Gala.- interrumpió.
-Gala, definitivamente, te amo.- ella rió.
-Eso díselo a Tobías. Lleva tiempo intentando que se lo digas. Vamos abajo, ya ha pasado una hora.- me levanté de la silla y salimos de la habitación. Hablamos mientras bajabamos por las escaleras. En el comedor ya se encontraba Tobías sentado en cabecera de mesa y Samuel estaba a su lado izquierdo. Charlaban animadamente. Me senté frente al segundo mencionado y mi amiga se sentó a mi lado. No me dí cuenta de que no se habían percatado de nuestra presencia hasta que Tobías dijo:
-¿Las chicas habrán terminado ya?
-¿Las? ¿Qué no está sola Sarah?- preguntó Samuel ignorando que me tenía en frente.
-Por si no te habías dado cuenta, Toby, Sarah y yo hace como un cuarto de hora que estamos aquí.- sonrió Gala.
-Buenas noches, princesa- saludó Samuel cortés.
-¿Qué te dije sobre eso?- reproche.
-Lo siento, es la costumbre.- se disculpó. 
-No pasa nada. Tobías, con lo del caviar, ¿a que te referías?
-Pues a eso justamente. Durante la cena se servirá caviar.- explicó.
-Lo siento, soy vegetariana.- intervino mi amiga.
-No te preocupes. Ahora les digo que te saquen otra cosa.- el anfitrión se levantó y se dirigió a la cocina. Yo lo seguí con la mirada, casi embobada, ya que la voz de Samuel me hizo salir de mi ensueño.
-¿Y quién es tu amiga, Sarah?- preguntó divertido.
-La amiga se puede presentar sola.- habló molesta antes de que pudiera decir nada.- Soy Galatea, Galatea de Phay.
-Encantado. Samuel Jokins.- se presentó gracioso, extendiendo su mano. Extrañada, Gala se la estrechó.
-Me caes bien.- dijo al fin.
-Todo un logro, Sam, te felicito.- bromeó Tobías haciendo su entrada en la escena.
-Gracias, gracias, no más aplausos por favor.- reímos.
-Ya tienes su pedido, my lady. Ahora, mientras cenamos, querría comentarte, Sarah, que el próximo lunes se celebra el baile de parejas en el nuevo instituto.- comenzó.
-Y quieres que vaya contigo.- afirmé
-No, este baile no se refiere a parejas mixtas, sino que son parejas de chica y chica o chico y chico. No sé si me explico.
-Pues no, Toby, no te explicas nada bien, ¿sabes? Samuel, ¿tú sabes explicar mejor lo que aquí el amigo intenta decirnos.- soltó mi nueva amiga con la mirada fija en mi castaño amigo.
-A lo que se refiere Tobías es que las chicas y los chicos irán por parejas y tendrán que vestir igual o parecido, ¿comprendes ahora?- explicó.
-Si, ahora mejor. Otra pregunta, Sam, ¿eres de por aquí?- cuestionó.
-Si y no. Me explico: me crié aquí y eso, pero mi familia vive en Buenos Aires. A parte de Didi, tengo otra hermana mayor allí. Se llama Belén, Belu para los amigos. Espero que os conozcáis. Os llevaríais de maravilla. Me recuerdas mucho a ella.
-Lo tomaré como un cumplido.- rió Gala.
-Podría ir con Galatea, ¿verdad, amiga?- propuse.
-Quita, quita. Odio los bailes de instituto.
-Además de que no dejan entrar a adolescentes ajenos al centro.-expuso el lobo.
- Bien.- aplaudí como si fuera algo emocionante a modo de mostrar mi ironía.- ¿Y ahora con quién voy?- me pregunté en voz alta. En ese momento, entraron con la cena ya dispuesta. Las dejaron delante de nosotros y susurraron un "que aproveche" algo bajo. A un lado del plato se encontraba el caviar. El resto era marisco a base de gambas y pescados de todo tipo, mientras que el plato de Gala mostraba un salteado de verduras que me dió cierta envidia.
-Podrías ir con Melanie y Aminore. Ellas irán mañana de compras, si quieres acompañarlas no creo que tengan ningún problema. - propuso Samuel.
-Vale, no hay problema.- llevé una gamba a mi boca. La cena transcurrió entre risas y una animada conversación. Al acabar, Tobías decidió que conduciría uno de sus tantísimos coches de alta gama en vez de coger la limusina. Nos subimos a un BMW último modelo en blanco con la tapicería interior en blanco roto. La conversación no cesó un minuto, ni las risas tampoco. Gala y yo nos subimos a la parte trasera y ellos a la delantera. Tobías encendió el motor y salió a la carretera. Condució hasta el aparcamiento de el pub Party's y allí aparcó. Nos apeamos y entramos.

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miércoles, 28 de agosto de 2013

Criaturas de sangre negra.

Las criaturas corrieron hacia nosotros y se estampaban contra la burbuja. No medirian más de un metro. Tenían los ojos blancos y el aura que rodeaba todo su cuerpo era fuego, otorgándole a sus ropas y su piel este tono. Empezaron a morder allá donde creían que podían para romper nuestra pequeña fortaleza. De repente todo se oscurecio. El fuego de los elfos me permitía ver un poco más de bosque, hasta tres árboles más adelante, no mucho. Todo el paisaje se aclaró cuando empezó a nevar. Nevar. Un fenómeno increíblemente extraño para la estación en la que estabamos. Los elfos fueron congelandose todos poco a poco, hasta no quedar uno en pie. De la nada aparecieron dos niñas, una mayor que otra. La mayor era castaña de pelo ondulado y grandes ojos azules, mientras que la pequeña gozaba del mismo color de ojos, pero tenía el cabello rubio corto y liso. Ambas eran de facciones finas y delicadas como muñecas de porcelana. Se fueron acercando sin temor. Cuando llegaron hasta la burbuja, la pequeña la rozó con los dedos y esta se esfumó en el aire. Se aproximaron lentamente hasta llegar frente a mí. Cuando la nieve me envolvió no sentí frío pero un escalofrío me hizo tiritar. La menor se arrodilló tan cerca de Tobías que sus rodillas rozaba levemente sus patas. Puso una mano sobre el lomo del lobo. Ví como de su mano salían millones de halos luminosos y se metían dentro de él, recorriendo todo su cuerpo. La herida de su pata cicatrizó rápidamente. Una vez terminó con su tarea, noté que se levantaba y cuando quise dar las gracias, desaparecieron como habían venido. Una silueta oscura alteró de nuevo el paisaje. Era esbelta. En su hombro izquierdo descansaba un arco y podía distinguirse que en su espada colgaba un carcaj lleno de flechas. Su largo cabello al viento y sus andares decididos. No necesitaba más pistas para saber de quien se trataba. Su semblante, algo más serio que antes, fue iluminado parcialmente cuando un rayo de sol se filtró entre el follaje de los árboles. En sus ojos pude ver una mezcla de determinación, rabia y rencor contenido. Cuidadosamente dejé a Tobías sobre la nieve y me apresuré a levantarme. Pero Galatea pasó de largo y fue directa al lobo. Se acuclilló cerca de él y examinó detenidamente la cicatriz de la pata.
-Brujas.- murmuró.
-Perdona mi atrevimiento, pero ¿de que hablas?.- me atreví a preguntar.
-Perdone usted el mío, princesa.- respondió sin mirarme.- No estoy muy acostumbrada a relacionarme con la realeza. De hecho, esta es la primera vez. La cuestión es que Tobías ha sido embrujado. No para mal, sino para bien no me malentiendas. Le acaba de ser otorgado un mayor rango en el Reino. Es el mayor que pueden otorgar las brujas.- explicó.- No sé si me entenderá, princesa, pero el simple hecho de que ahora Tobías esté a vuestro servicio se ha tornado de un mayor valor. Ahora no la querrán únicamente a usted, sino que también lo querrán a él. Él ahora se ha vuelto más peligroso, lo notará en su conducta. Nunca volverá a ser el mismo.- añadió. Giré la cabeza y me quedé mirándolo. Seguía sin despertarse.- Puede ser que ahora sea más agresivo, más violento, más posesivo e incluso se atreverá a hacer cosas que con anterioridad no se atrevía. Tendrá que enseñarle el autocontrol. Les he estado siguiendo desde que entraron en el bosque y se le ve muy enamorado, princesa. No dejó de mirarla un segundo, ni pestañeó siquiera. Valore eso y no se aparte de su lado porque a la mínima podría liarse a golpes con cualquiera.
-Le estaré eternamente agradecida, Galatea. Puede contar conmigo para lo que sea, téngalo en cuenta.- ella sonrió.
-Lo que necesito ahora mismo es que alguien me saque del compromiso. Odio a mi prometido más que lo amo.- negó mientras reía.
-Pasese de vez en cuando por casa, sabe donde vivo, será muy bien recibida.- ofrecí.
-Lo tendré en cuenta.- entre nosotras se hizo un silencio nada incómodo.
-Hay una duda que me corroe, Galatea.- rompí el silencio.
-Dígame.- accedió.
-Su edad.- dije rápidamente.
-¿Mi edad? Si, muchos lo preguntan. Os parecerá mentira pero dentro de un mes cumplo los doscientos diez. Me conservo joven.- bromeó. Debió notar mi cara de asombro, aunque tampoco me preocupé de esconderlo, porque se puso a reír.
-Yo-yo, no le daba más de dieciséis.- estallé.
-Ya. Me ocurrió lo mismo con tu amigo. No le daba más de diecinueve y míralo, tiene trescientos y los que le quedan.- rió.
-Si, a los dos.- reí con ella. La nieve empezó a derretirse.
-Será mejor que regrese. ¿Quiere que la ayude?- calló un momento y olfateó el aire.- Huele a tormenta. Ya se nota el olor a tierra mojada por el sur. Avanza lentamente, pero aún así será mejor darse prisa.
-Me sería de gran ayuda su colaboración, pero no sé donde nos encontramos.- dije tímidamente.
-Al huir de los elfos habéis retrocedido en vez de adentraros más en el bosque, lo que os ha dado ventaja. Nos encontramos a apenas unos dos kilómetros de su casa. Dependiendo del ritmo al que vayamos podemos tardar de media a una hora.- calculó.- Contando con que tenemos que llevar a tu amigo.
-Pues, empecemos, ¿no?- asintió. Ayudé a Galatea a ponerse a Tobías a la espalda, ya que ella insistió en ello.
-Pesa un tanto tu amigo.- se quejó.
-Si, lo sé. Podríamos turnarnos...
-¡Ni hablar!- me interrumpío.- Tú estás embarazada y yo no.- sonreí de lado, ya que por fin había conseguido que me tuteara.
-Esta bien, no insistiré más.- desistí. Estuvimos andando por tres cuartos de hora. Hablamos, reímos y nos contamos parte de nuestra vida. A causa del peso de mi amigo, tuvimos que parar en varias ocasiones, pero no me importó demasiado. Me gustaba pasar tiempo con Galatea.
Cuando empezamos a ver la parte trasera de la casa, Tobías hizo comenzó a moverse. Galatea optó por dejarlo sobre la hojarasca que componía el terreno. Como me temía, antes de que despertara, se transformó. No es que no me gustara verlo en esas condiciones, tampoco era tan desagradable, pero no quería verlo desnudo. Galatea pareció darse cuenta y me sugedió con cierto tono burlesco
-Será mejor que vayas a por algo de ropa.- la miré, asentí y corrí lo más rápido que pude. A los dos minutos dí con la puerta por la que salimos. La abrí y entré. Seguí corriendo hasta las escaleras, que subí los escalones de dos en dos. Quería estar para cuando Tobías despertara. Pasé a su habitación hasta el vestidor, cogí unos vaqueros y unos calzoncillos. No importaba si no llevaba camiseta. Bajé por la baranda para ir más rápido. Y salí por donde había entrado. Tobías todavia no había despertado, pero no tardaría.
-¿Lo vestimos?- miré a Galatea y ella asintió.- Entonces te tocan los calzones.- dije lanzándole la prenda.
-Claro, como soy la mayor y la que más experiencia tiene, ¿no?- reprochó divertida.
-Obviamente.- respondí evitando reír. Ella puso los ojos en blanco y le puso, como pudo, la ropa íntima. Cuando me acuclillé para comenzar a poner los pantalones, él abrió los ojos como platos y se incorporó de la cintura para arriba, quedando sentado y confundido. Me miró como solo él sabía, con esa mirada penetrante que hacía que un escalofrío recorriera mi columna vertebral. Sonreí, pero él no me devolvió el gesto.
-¿Sarah?- preguntó con cautela.
-No, Peppa Pig, ¿quién si no?- respondí graciosa.
-No, ¿enserio? Tengo ante mis ojos a la heroína de todo el panorama infantil.- volvió a ser él.
-Bah, solo hago mi trabajo.- hice un movimiento con la mano para fingir modestia. Los tres nos echamos a reír.- Aunque lamento decirte que la heroína de todo el panorama infantil es Dora la Explotadora. Es ella.- señalé a Galatea.
-Si, solo me falta la mochila.- volvimos a reír. De improviso, Tobías se abalanzó sobre mí y me abrazó. Las carcajadas pararon en seco y lo único que hubo fue silencio.
-No sé como lograste, pero me alegro de que no te pasara nada.- susurró. Se me cortó la respiración y lo único que atiné ha hacer fue a devolverle el abrazo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Galatea de Phay

La culpable, mejor dicho. Ni en un millón de años lo habría adivinado. Parecía imposible que justamente fuera ella, Diaspro. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
-Gracias por traermela, Toby. La estabamos esperando.- dijo la anciana. Miré a mi acompañante, para encontrar una explicación. ¿Me habría besado solo para pedirme perdón? No, suena muy estúpido. Pero, ¿y si realmente estaba enamorado de mí? Solo me quedaba tener fe en él y esperar que dice. La verdad su expresión expresaba confusión, no sabía de que hablaba. Eso me dió confianza. El hombre avanzó unos pasos e instintivamente, Tobías se colocó delante de mí. Los ojos me empezaron a picar, después me escocieron para, finalmente, sentir que me abrasaban. Mi piel se tensó y se volvió mucho más clara de lo que ya era. Tanto que pude reflejarme en ella. Como temía, los ojos habían pasado del azabache al sangre. Dos gotas de sangre. Pasé la lengua por mis dientes y comprobé que había cambiado también mi dentadura, ya que mis colmillos habían crecido notablemente. Pero no llegamos a actuar, ya que por mi lado pasó silbando una flecha que dió directamente en el corazón del hombre. Y milésimas después caía junto a Diaspro, ya que a la vieja le había acertado en mitad de la frente. Se oyó un crujir de ramas, un grito y luego algo cayó entre los arbustos. Se oyeron otros crujidos por detrás de nosotros. Me giré rápidamente para encontrarme a unos metros a una chica, joven. Era alta, muy delgada, de unos catorce o quince años. Vestía unas botas altas hasta la rodilla de color verde hierba, al igual que sus mallas y su top. De su cabello rubio platino sobresalían las puntas de unas orejas puntiagudas. Sobre su hombro izquierdo descansaba el arma con la que había acabado con las vidas de la criada y el supuesto guardián.
-Galatea de Phay para servirla.- dijo poniendo un brazo por delante de su vientre y encorvando la espalda a modo de reverencia.- Asistí a la ceremonia en representación del Reino de Moslo, hasta que aparecieron aquellos hombres. Quise quedarme a combatir, pero mi prometido me obligó a irme.- dijo. Su semblante era demasiado serio para mi edad, aunque pensándolo bien, no sabía su edad. Su rostro no transmitía ninguna emoción, nada de lo que sentía se reflejaba en él. Tengo que confesar que me molestó bastante cuando ví que Tobías observaba demasiado fijamente a Galatea, solo faltaba que se le cayese la baba, pero a ella no pareció importarle.- Enfunde sus colmillos, princesa. A excepción de nosotros tres, puedo asegurarle de que no hay nadie más.- añadió. Al instante, su rostro se tensó, esbozando una mueca de preocupación.- Pensándolo mejor, llevesela, hermano. ¡Corra, corra! Están cerca.- nos gritó. Tobías cogió mi mano y salió de allí corriendo, seguido por mí. Lo único que logré vislumbrar por el rabillo del ojo fue a Galatea girar sobre sus talones y sacar la espada de su funda poniéndose en guardia. Después todo lo que nos rodeaba eran árboles.
-¿Por qué no nos convertimos?- le grité.
-Porque cuando alguien de sangre azul se transforma, deja tras de si un rastro el cual ellos pueden oler.- explicó en el mismo tono.- Además pondríamos en peligro la vida de tus hijos y no creo que quieras eso.
-Exactamente, ¿de que estamos huyendo?- volví a preguntar.
-Elfos. Pero no como Galatea, sino,… diferentes. Son elfos del fuego, los más peligrosos, pero no solo eso. Además estos cuentan con la inmortalidad. Es decir, son elfos del fuego zombies, algo así.- comentó. Seguimos corriendo, parecía que aquel bosque no terminaba.
-Tobías.- jadeé.- No puedo más.- paré en seco y me arrodillé en el suelo. Él se acercó a mí y puso sus manos en mis hombros.
-Sarah, eres fuerte. Yo sé que puedes.-me animó. Yo lo miré a sus hermosos ojos azules, destilaban fuerza y una intención de transmitirmela. Pero no fue suficiente. Estaba agotada y ya a lo lejos se podían oír los gruñidos de esas extrañas criaturas.
-Tobías, seguiría corriendo pero…esto es demasiado. No soy tan fuerte como crees, no soy tan fuerte como tú.- los gruñidos se iban intensificando.
-Sube a mi espalda.- lo miré confundida.- ¡Sube, vamos!- instó. Obedecí y retomamos la marcha. A los diez pasos se convirtió en lobo. Me incliné hacía delante hasta que en mi barbilla noté la punta de los pelos negros de su pelaje de entre una oreja y otra. Cerré los ojos, me agarré fuerte al cuello del lobo, procurando no ahogarle, y me dejé llevar. Soltó un aullido, tal vez de los más largos que había podido escuchar jamás. Y eso no era buena señal. Abrí los ojos asustada y pude comprobar que en la pata derecha delantera había una flecha prendida. Como acto reflejo, cogí el final de ella y tiré para quitarla. ¿Por qué lo hice? Ni idea, pero no le hizo bien a él. Aminoró el paso poco a poco hasta que solo cojeaba. Bajé de su lomo y automáticamente se desplomó. Me arrodillé junto a su cabeza.
-Sarah, vete- susurró.- Sálvate tú.
-No, Tobías, no te voy a dejar así.- le dije. Pero él ya había cerrado los ojos. Cogí su cabeza y la puse en mi regazo. Acaricié su hocico y por encima de la cabeza. "¿Y ahora? ¿Qué hago? No voy a dejarle, pero si me quedo moriré." pensé. Y comencé a imaginar a mis hijos correteando por la casa. Sus risas, sus gritos, sus caricias, su rostro, sus juegos, todo. Empecé a soñar despierta. Sonreí ante, posiblemente, me perdía si me quedaba. Entonces vislumbré un halo de luz que empezaba a crecer a unos dos metros alrededor de nosotros y me hizo volver a la realidad. Levanté la vista de Tobías y ví como poco a poco, una cúpula invisible nos envolvió. Un chillido agudo rompió el silencio que hasta ese momento reinaba. Los elfos ya habían llegado.

domingo, 4 de agosto de 2013

Amor De Caramelo

Sin cruzar palabra con ninguno de los chicos que me observaron subir las escaleras con rapidez. Sus rostros presentaban confusión. Cerré la puerta con delicadeza, ya que ella no tenía la culpa de las insolencias de Carlos. Una vez cerrada la puerta, me senté delante del tocador. La pregunta que me había hecho antes el amigo de Tobías no dejaba de dar vueltas y más vueltas en mi cabeza y siempre era la misma respuesta: no, no estaba preparada para gobernar. No estaba preparada para fijar el provenir de un pueblo. Dejé esos pensamientos de lado, ahora prestando atención ahora a intentar subirme la autoestima. Ya, hoy no lo consigo. Estoy más centrada en mis pensamientos que en lo que realmente quiero. Y eso produce en mí una rabia inimaginable. Cerré las manos en un puño y los ojos con fuerza. Noté unas lágrimas de impotencia correr por mis mejillas, corriendome el maquillaje. Pero no fue lo único que noté. También sentí unos brazos rodearme la cintura y una barbilla apoyarse en mi hombro derecho.
-No tienes que hacerle caso a ese inútil. No vale la pena.- susurró en mi oído.
-Es que tiene razón, Tobías...- posó su dedo índice sobre mis labios.
-Yo estoy aquí, ¿vale? Te voy a ayudar, voy ha hacer todo lo posible para que todo vaya lo mejor posible, ¿ok?- me interrumpió con dulzura, pero con firmeza. 
-Vale.- asentí- Te haré caso.- sonreí y él me devolvió el gesto.
-Los chicos ya se han ido.- vaciló unos segundos antes de incorporarse y añadir.-Ven. Te quiero llevar a un lugar. Lo imité. Cogió mi mano y bajamos las escaleras todavía tomados de la mano. Salimos al garaje que había detrás de la casa, donde habían aparcados desde Porche hasta Lamborghini, pasando por Mercedes y Ferrari. Habrían, por lo menos, más de media docena de los coches más caros que se puede imaginar. Miré a mi acompañante, aguantando las ganas de soltar una carcajada al notar ese brillo infantil en sus ojos que demostraba que le fascinaba el mundo del motor.
-Por favor, uno discreto.- imploré casi con sarcasmo. Él me miró con una complicidad que no entendí.
-No tenía intención de ir con ninguno.- me sorprendió.- ¿Te apetece correr un poco? ¿O prefieres caminar?
-Prefiero ir caminando tranquilamente y disfrutando del paisaje y los pequeños detalles.- razoné.
-Estoy de acuerdo.- apretó levemente mi mano y salimos por una puerta lateral que había. Al otro lado de la puerta se encontraba un bosque. Los lobos tenemos la extraña manía de situar nuestras casas justo delante de un bosque, con una puerta que llevara directamente al bosque. Por lo visto, en esta casa no era una excepción. El bosque era precioso. Los árboles no eran muy altos, pero si muy verdes y, por su corteza, se podía adivinar que no eran precisamente muy jóvenes. Predominaban los robles. Robustos y de unos treinta centímetros de diámetro. Estuvimos horas paseando en silencio. Todo era increíblemente hermoso. Estaba totalmente sumida en mis pensamientos cuando Tobías anunció:
-Ya llegamos.- ante mí, se habría un estrecho camino. Automáticamente, el bello de mis brazos se erizó notablemente. Miré a Tobías, pero él ya me estaba mirando y no justamente se acababa de girarse hacía mi dirección. Llevaba todo el tiempo observandome anonado. Se inclinó ligeramente hasta llegar a mi altura, cerré los ojos y lo siguiente que noté fue su aliento en mi rostro y a los segundos sus labios sobre los míos. Aquel beso duró escasos segundos, pero una ola de tranquilidad inundó todo mi cuerpo. Cuando se separó de mí solo alcancé a sonreír tontamente, mientras que él seguía mirándome de esa forma tan especial. Ahí es cuando empezó mi debate: las veces que Nataniel me había besado siempre habían sido demasiado pasionales, mientras que Tobías era tierno y me transmitía una seguridad y una tranquilidad que con Nataniel no sabía si sentía. A lo mejor el destino me quería con Tobías y por eso me había separado del chico que amaba. Si eso lo quería el destino, pues ¿qué otro remedio que complacerlo? Sin soltarme en ningún momento, el lobo me empujó suavemente que continuara la marcha. Obedecí en silencio. Cuando el camino termino, cuál no fue mi sorpresa en encontrarme un impresionante parque de atracciones que años, incluso se podría decir que décadas, atrás había sido uno de los más concurridos del país.
-Nunca le enseñé este lugar a nadie.- dijo distraído.- ¿Qué me hiciste?- susurró en mi oído colocándose detrás de mí.
"En su vientre se esconde el ser elegido
Rey de los reinos
Sentado sobre un trono hecho de oro puro,
sacado de las entrañas de África,
el elegido gobernara sobre todas las naciones.
Lo lleva en su vientre"
No me gustó nada esa canción. Sobretodo porque después, la voz misteriosa había soltado una risita aguda muy desagradable.
-Por poco tiempo, Garfis, por poco tiempo.- sonó una voz más próxima. Y tanto. El dueño de ella apareció segundos después de entre los matorrales. Un hombre de unos cuarenta y tantos, robusto y de una estatura que no era proporcionada con su desarrollada musculatura.
-Oh, no.- murmuró Tobías.- ¿Que mierdas…?- pensó en voz alta, pero no le dió tiempo a terminar. Detrás del primer hombre se pudo divisar el culpable de la situación…
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Hello! Cuánto llevo sin publicar? Demasiado, verdad? Si, creo yo que si. Vosotras quien pensáis que es? Anda, opinad! Espero que os haya gustado y para la próxima -espero que pronto- más y mejor. A lot kisses!!!!!! Pd: aquí les dejo las imágenes del parque de atracciones donde van ;)

jueves, 25 de julio de 2013

Pequeño cambio

Ok, a partir de ahora olvidaos de que Sarah es gótica, vale? Estoy preparando otro blog, con otra historia diferente en la que pega más que la protagonista sea gótica. Espero que lo entendáis. En cuanto lo cree, os aviso. XP. Besos y abrazos aplastantes!!!!!!!!!!!

jueves, 4 de julio de 2013

Más Peligroso Que Un Daltónico En Un Cruce De Semáforos

Era algo absolutamente imposible. Yuna, que no le hacía daño ni a una mosca, que viniera mi hermano y me dijera que era una asesina. No me cabía en la cabeza. Aquello era mayor a mi capacidad de entendimiento.
-Dime que bromeas.- supliqué.
-Lo dimos en clase de Historia el año pasado. La señorita Vangela la admira un montón. Es algo así como una diosa para ella. No me sorprendería que la diera este año también.- dijo encogiendose de hombros. Por una razón inexplicable, me puse tensa. Delante de mí ya no estaba hablando mi hermano, sino un hombre mayor con una barba hasta la altura del ombligo. Era menudo, más que nada porque andaba encorvado y apoyándose en un bastón. Nos miramos de igual forma: con hastío. Después de un rato, observandonos, la verdad, aquel hombre no me inspiraba demasiada confianza, el hombre se hizo a un lado, mostrándome la nueva estancia en la que me encontraba. Las paredes eran color crema y se había reducido notablemente el espacio que ocupaban. Oí unas risas provenientes de una esquina, donde se encontraban sentados en un sofá un chico y dos chicas. Debía de ser por los años 60 o 70, a juzgar por la música que comenzó a sonar, que no era precisamente moderna, al igual que la ropa que llevaban los tres adolescentes. Una de las chicas tenía apoyada la espalda en el respaldo del sofá con las piernas cruzadas. El chico, por el contrario, se apoyaba en el brazo del sofá, quedando sentado con las piernas estiradas y abiertas. Entre ellas se encontraba la otra chica. Al chico lo reconocí al instante, igual me pasó con la chica que se encontraba sola en el sofá con las piernas cruzadas y comiendo helado de chocolate del bote a cucharadas.
-¿Qué desesperada toma helado durante una crisis amorosa?- se burló el chico.
-Yo- dijo mientras engullía el helado.- Además no es una crisis cualquiera. Tú- añadió señalando con la cuchara a su amiga.- estarías haciendo lo mismo si estuvieras en mi lugar. ¿Serías tan buena amiga de traerme otra tarrina?- dijo fingiendo una sonrisa.
-¿Tarrina? Pero si eso es un bote como los de granizados de leche y limón que compraba mi abuela.- intervino el chico.- Vangela, no le hagas ni caso, se le acabará congelando el cerebro, si es que se le puede congelar más.- se burló. Mi madre lo miró mal.
-Tú cállate, que ni siquiera sabes lo que pasa.- le ordenó.
-Por Dios que susceptible.- susurró poniendo los ojos en blanco.
-Carlos, cariño, déjala que en verdad ni yo me creo lo que le pasa.- lo relajó la que se debía de suponer que era Vangela. Si tenía alguna duda sobre si eran más que amigos, ese comentario las había disipado al instante.
-Pero, a ver, amor, esta mañana, Lia estaba tan contenta y feliz que saltaba más que una cabra montesa y ahora, está hecha mierda.- dijo con sarcasmo. Mi madre se llamaba Katlia, pero todos la llamaban Lia.
-Ahí es donde podrías irte tú, guapo.- gritó enfadada y poniéndose de pie, se marchó de la sala, dejando a Vangela y a Carlos con una inconfundible mueca de confusión en el rostro. En ese momento, sus rostros, sus cuerpos y la escena en su conjunto comenzaron a distorsionarse, volviendo a la actualidad. Mi hermano seguía hablando, sin saber, o tal vez ignorando, lo que acababa de vivir. Sacudí la cabeza casi imperceptiblemente para librarme de aquellos pensamientos y concentrarme en los chismes de Hayden. No sabía lo que decía, pero tampoco me importaba demasiado. Giré sobre mis talones y salí de la estancia. Fuera todavia estaban James y Carlos. Mirando a este último, dije con firmeza.
-Lo sé todo.- Carlos repitió aquella mueca que ví segundos antes, aunque esta vez se le añadía un tipo de asombro y sorpresa.
-¿Como que todo? ¿De que hablas, chiflada?- preguntó con brusquedad, dándome a entender que ya sabía por donde iba.
-¿Quieres que lo diga delante de tus amigos?- le repliqué. Frunció los labios, como reprimiendo sus ganas de golpearme, únicamente me cogió por el codo y tiró de mí.
-¿Quien te lo ha dicho?
-A ver si te suena…¿Lia McConaughey?- abrió mucho los ojos para después fruncir el ceño.
-¿De que la conoces?
-Espera que piense…hum… ¡la conozco porque fue ella la que me parió! ¡Ella es mi madre!
-¡¿ Al final se casó con el imbécil de Jeff?!
-¡¿Qué dices?! Mi padre se llama Julien.
-¿Te tuvo con Julien? Pero si él murió a los quince años por tuberculosis.
-No estamos aquí para hablar de mí o de mis padres, estamos aquí para hablar de ti.- le grité. Que poca paciencia teníamos el uno con el otro.- ¿Se puede saber que co** eres? Los únicos inmortales son los zombies y los vampiros, aunque está claro que muy zombie no eres.
-Si que estás mal informada.- farfulló.- Existe una tercera, que es a la que pertenezco. Se llama Danfys Reference.
-¿Danfys Reference? Creí que no quedaba nadie.
-Lo que pasa es que nos tenemos que ir escondiendo y camuflando entre los humanos gracias a vosotros, los lobos.- me miró mal y yo estaba atónita.- Estuve en la fiesta de anoche. Es fácil esconderse tras una máscara y fingir que eres otra persona. Decían que tenían nuevo líder, pero no les creí y decidí comprobarlo por mis propios ojos. ¡Que sorpresa la mía cuando te ví aparecer como la nueva monarca! ¡Las cosas seguro que cambian!- dijo lo último con sorna. Hice una mueca como que me había hecho gracia.
-Mi intención es cambiar las cosas, por si no lo sabías.- recalqué.
-Todos sois iguales. Hacéis promesas para ganaros al pueblo para luego hacer todo lo contrario a lo prometido.- contraatacó.
-¿Tú que sabrás? No te controlas ni a ti mismo, ¿que pretendes, eh? ¿Ponerte tú al mando, enserio?
-¿Tú crees estar preparada?- aquella pregunta, hecha de voz en grito, me sobrevino como un martillazo. No supe contestar, porque ¿realmente estaba preparada? No lo sabía. Opté por cambiar de tema.
-Sé lo que tuviste con Vangela hace unos cuantos años. Siento curiosidad, ¿como reaccionó al ver que eras alumno suyo?- lo sé, era muy cruel por mi parte todo aquello, pero no me gustaba el tocar el tema de mi reinado y, en mi opinión, esa era la única manera de esquivarlo. Esta vez quien no habló fue él.
-¿A eso te referías con todo?- dijo burlón.
-En parte si, me refería a eso…
-Entonces no sabes ni una cuarta parte.- interrumpió. Me acerqué mucho a él, a un beso de distancia y le susurré.
-Pero ten por seguro que lo averiguaré.- dí media vuelta y salí de allí, dejándolo con la palabra en la boca.
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Hello!!!! Aquí de nuevo! Espero que este capítulo, al igual que todos los hechos y por hacer, os haya gustado. Dejé mi correo pensando que me lo ibais a petar a mensajes, pero no, no he recibido ni un mensaje vuestro. Eso en parte me alivia y en parte me preocupa. Me alivia porque no me veía capaz de contestar a lo mejor a todos. Me preocupa porque me hace pensar que no os gusta la nove o no la leéis. Bueno, no pasa nada. La seguiré escribiendo igualmente. Mrs. Tomlison, gracias por todo y este capítulo va dedicado a ti. A cuidarse!!! <3<3<3<3