Sin cruzar palabra con ninguno de los chicos que me observaron subir las escaleras con rapidez. Sus rostros presentaban confusión. Cerré la puerta con delicadeza, ya que ella no tenía la culpa de las insolencias de Carlos. Una vez cerrada la puerta, me senté delante del tocador. La pregunta que me había hecho antes el amigo de Tobías no dejaba de dar vueltas y más vueltas en mi cabeza y siempre era la misma respuesta: no, no estaba preparada para gobernar. No estaba preparada para fijar el provenir de un pueblo. Dejé esos pensamientos de lado, ahora prestando atención ahora a intentar subirme la autoestima. Ya, hoy no lo consigo. Estoy más centrada en mis pensamientos que en lo que realmente quiero. Y eso produce en mí una rabia inimaginable. Cerré las manos en un puño y los ojos con fuerza. Noté unas lágrimas de impotencia correr por mis mejillas, corriendome el maquillaje. Pero no fue lo único que noté. También sentí unos brazos rodearme la cintura y una barbilla apoyarse en mi hombro derecho.
-No tienes que hacerle caso a ese inútil. No vale la pena.- susurró en mi oído.
-Es que tiene razón, Tobías...- posó su dedo índice sobre mis labios.
-Yo estoy aquí, ¿vale? Te voy a ayudar, voy ha hacer todo lo posible para que todo vaya lo mejor posible, ¿ok?- me interrumpió con dulzura, pero con firmeza.
-Vale.- asentí- Te haré caso.- sonreí y él me devolvió el gesto.
-Los chicos ya se han ido.- vaciló unos segundos antes de incorporarse y añadir.-Ven. Te quiero llevar a un lugar. Lo imité. Cogió mi mano y bajamos las escaleras todavía tomados de la mano. Salimos al garaje que había detrás de la casa, donde habían aparcados desde Porche hasta Lamborghini, pasando por Mercedes y Ferrari. Habrían, por lo menos, más de media docena de los coches más caros que se puede imaginar. Miré a mi acompañante, aguantando las ganas de soltar una carcajada al notar ese brillo infantil en sus ojos que demostraba que le fascinaba el mundo del motor.
-Por favor, uno discreto.- imploré casi con sarcasmo. Él me miró con una complicidad que no entendí.
-No tenía intención de ir con ninguno.- me sorprendió.- ¿Te apetece correr un poco? ¿O prefieres caminar?
-Prefiero ir caminando tranquilamente y disfrutando del paisaje y los pequeños detalles.- razoné.
-Estoy de acuerdo.- apretó levemente mi mano y salimos por una puerta lateral que había. Al otro lado de la puerta se encontraba un bosque. Los lobos tenemos la extraña manía de situar nuestras casas justo delante de un bosque, con una puerta que llevara directamente al bosque. Por lo visto, en esta casa no era una excepción. El bosque era precioso. Los árboles no eran muy altos, pero si muy verdes y, por su corteza, se podía adivinar que no eran precisamente muy jóvenes. Predominaban los robles. Robustos y de unos treinta centímetros de diámetro. Estuvimos horas paseando en silencio. Todo era increíblemente hermoso. Estaba totalmente sumida en mis pensamientos cuando Tobías anunció:
-Ya llegamos.- ante mí, se habría un estrecho camino. Automáticamente, el bello de mis brazos se erizó notablemente. Miré a Tobías, pero él ya me estaba mirando y no justamente se acababa de girarse hacía mi dirección. Llevaba todo el tiempo observandome anonado. Se inclinó ligeramente hasta llegar a mi altura, cerré los ojos y lo siguiente que noté fue su aliento en mi rostro y a los segundos sus labios sobre los míos. Aquel beso duró escasos segundos, pero una ola de tranquilidad inundó todo mi cuerpo. Cuando se separó de mí solo alcancé a sonreír tontamente, mientras que él seguía mirándome de esa forma tan especial. Ahí es cuando empezó mi debate: las veces que Nataniel me había besado siempre habían sido demasiado pasionales, mientras que Tobías era tierno y me transmitía una seguridad y una tranquilidad que con Nataniel no sabía si sentía. A lo mejor el destino me quería con Tobías y por eso me había separado del chico que amaba. Si eso lo quería el destino, pues ¿qué otro remedio que complacerlo? Sin soltarme en ningún momento, el lobo me empujó suavemente que continuara la marcha. Obedecí en silencio. Cuando el camino termino, cuál no fue mi sorpresa en encontrarme un impresionante parque de atracciones que años, incluso se podría decir que décadas, atrás había sido uno de los más concurridos del país.
-Nunca le enseñé este lugar a nadie.- dijo distraído.- ¿Qué me hiciste?- susurró en mi oído colocándose detrás de mí.
"En su vientre se esconde el ser elegido
Rey de los reinos
Sentado sobre un trono hecho de oro puro,
sacado de las entrañas de África,
el elegido gobernara sobre todas las naciones.
Lo lleva en su vientre"
No me gustó nada esa canción. Sobretodo porque después, la voz misteriosa había soltado una risita aguda muy desagradable.
-Por poco tiempo, Garfis, por poco tiempo.- sonó una voz más próxima. Y tanto. El dueño de ella apareció segundos después de entre los matorrales. Un hombre de unos cuarenta y tantos, robusto y de una estatura que no era proporcionada con su desarrollada musculatura.
-Oh, no.- murmuró Tobías.- ¿Que mierdas…?- pensó en voz alta, pero no le dió tiempo a terminar. Detrás del primer hombre se pudo divisar el culpable de la situación…
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Hello! Cuánto llevo sin publicar? Demasiado, verdad? Si, creo yo que si. Vosotras quien pensáis que es? Anda, opinad! Espero que os haya gustado y para la próxima -espero que pronto- más y mejor. A lot kisses!!!!!! Pd: aquí les dejo las imágenes del parque de atracciones donde van ;)
domingo, 4 de agosto de 2013
Amor De Caramelo
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