miércoles, 28 de agosto de 2013

Criaturas de sangre negra.

Las criaturas corrieron hacia nosotros y se estampaban contra la burbuja. No medirian más de un metro. Tenían los ojos blancos y el aura que rodeaba todo su cuerpo era fuego, otorgándole a sus ropas y su piel este tono. Empezaron a morder allá donde creían que podían para romper nuestra pequeña fortaleza. De repente todo se oscurecio. El fuego de los elfos me permitía ver un poco más de bosque, hasta tres árboles más adelante, no mucho. Todo el paisaje se aclaró cuando empezó a nevar. Nevar. Un fenómeno increíblemente extraño para la estación en la que estabamos. Los elfos fueron congelandose todos poco a poco, hasta no quedar uno en pie. De la nada aparecieron dos niñas, una mayor que otra. La mayor era castaña de pelo ondulado y grandes ojos azules, mientras que la pequeña gozaba del mismo color de ojos, pero tenía el cabello rubio corto y liso. Ambas eran de facciones finas y delicadas como muñecas de porcelana. Se fueron acercando sin temor. Cuando llegaron hasta la burbuja, la pequeña la rozó con los dedos y esta se esfumó en el aire. Se aproximaron lentamente hasta llegar frente a mí. Cuando la nieve me envolvió no sentí frío pero un escalofrío me hizo tiritar. La menor se arrodilló tan cerca de Tobías que sus rodillas rozaba levemente sus patas. Puso una mano sobre el lomo del lobo. Ví como de su mano salían millones de halos luminosos y se metían dentro de él, recorriendo todo su cuerpo. La herida de su pata cicatrizó rápidamente. Una vez terminó con su tarea, noté que se levantaba y cuando quise dar las gracias, desaparecieron como habían venido. Una silueta oscura alteró de nuevo el paisaje. Era esbelta. En su hombro izquierdo descansaba un arco y podía distinguirse que en su espada colgaba un carcaj lleno de flechas. Su largo cabello al viento y sus andares decididos. No necesitaba más pistas para saber de quien se trataba. Su semblante, algo más serio que antes, fue iluminado parcialmente cuando un rayo de sol se filtró entre el follaje de los árboles. En sus ojos pude ver una mezcla de determinación, rabia y rencor contenido. Cuidadosamente dejé a Tobías sobre la nieve y me apresuré a levantarme. Pero Galatea pasó de largo y fue directa al lobo. Se acuclilló cerca de él y examinó detenidamente la cicatriz de la pata.
-Brujas.- murmuró.
-Perdona mi atrevimiento, pero ¿de que hablas?.- me atreví a preguntar.
-Perdone usted el mío, princesa.- respondió sin mirarme.- No estoy muy acostumbrada a relacionarme con la realeza. De hecho, esta es la primera vez. La cuestión es que Tobías ha sido embrujado. No para mal, sino para bien no me malentiendas. Le acaba de ser otorgado un mayor rango en el Reino. Es el mayor que pueden otorgar las brujas.- explicó.- No sé si me entenderá, princesa, pero el simple hecho de que ahora Tobías esté a vuestro servicio se ha tornado de un mayor valor. Ahora no la querrán únicamente a usted, sino que también lo querrán a él. Él ahora se ha vuelto más peligroso, lo notará en su conducta. Nunca volverá a ser el mismo.- añadió. Giré la cabeza y me quedé mirándolo. Seguía sin despertarse.- Puede ser que ahora sea más agresivo, más violento, más posesivo e incluso se atreverá a hacer cosas que con anterioridad no se atrevía. Tendrá que enseñarle el autocontrol. Les he estado siguiendo desde que entraron en el bosque y se le ve muy enamorado, princesa. No dejó de mirarla un segundo, ni pestañeó siquiera. Valore eso y no se aparte de su lado porque a la mínima podría liarse a golpes con cualquiera.
-Le estaré eternamente agradecida, Galatea. Puede contar conmigo para lo que sea, téngalo en cuenta.- ella sonrió.
-Lo que necesito ahora mismo es que alguien me saque del compromiso. Odio a mi prometido más que lo amo.- negó mientras reía.
-Pasese de vez en cuando por casa, sabe donde vivo, será muy bien recibida.- ofrecí.
-Lo tendré en cuenta.- entre nosotras se hizo un silencio nada incómodo.
-Hay una duda que me corroe, Galatea.- rompí el silencio.
-Dígame.- accedió.
-Su edad.- dije rápidamente.
-¿Mi edad? Si, muchos lo preguntan. Os parecerá mentira pero dentro de un mes cumplo los doscientos diez. Me conservo joven.- bromeó. Debió notar mi cara de asombro, aunque tampoco me preocupé de esconderlo, porque se puso a reír.
-Yo-yo, no le daba más de dieciséis.- estallé.
-Ya. Me ocurrió lo mismo con tu amigo. No le daba más de diecinueve y míralo, tiene trescientos y los que le quedan.- rió.
-Si, a los dos.- reí con ella. La nieve empezó a derretirse.
-Será mejor que regrese. ¿Quiere que la ayude?- calló un momento y olfateó el aire.- Huele a tormenta. Ya se nota el olor a tierra mojada por el sur. Avanza lentamente, pero aún así será mejor darse prisa.
-Me sería de gran ayuda su colaboración, pero no sé donde nos encontramos.- dije tímidamente.
-Al huir de los elfos habéis retrocedido en vez de adentraros más en el bosque, lo que os ha dado ventaja. Nos encontramos a apenas unos dos kilómetros de su casa. Dependiendo del ritmo al que vayamos podemos tardar de media a una hora.- calculó.- Contando con que tenemos que llevar a tu amigo.
-Pues, empecemos, ¿no?- asintió. Ayudé a Galatea a ponerse a Tobías a la espalda, ya que ella insistió en ello.
-Pesa un tanto tu amigo.- se quejó.
-Si, lo sé. Podríamos turnarnos...
-¡Ni hablar!- me interrumpío.- Tú estás embarazada y yo no.- sonreí de lado, ya que por fin había conseguido que me tuteara.
-Esta bien, no insistiré más.- desistí. Estuvimos andando por tres cuartos de hora. Hablamos, reímos y nos contamos parte de nuestra vida. A causa del peso de mi amigo, tuvimos que parar en varias ocasiones, pero no me importó demasiado. Me gustaba pasar tiempo con Galatea.
Cuando empezamos a ver la parte trasera de la casa, Tobías hizo comenzó a moverse. Galatea optó por dejarlo sobre la hojarasca que componía el terreno. Como me temía, antes de que despertara, se transformó. No es que no me gustara verlo en esas condiciones, tampoco era tan desagradable, pero no quería verlo desnudo. Galatea pareció darse cuenta y me sugedió con cierto tono burlesco
-Será mejor que vayas a por algo de ropa.- la miré, asentí y corrí lo más rápido que pude. A los dos minutos dí con la puerta por la que salimos. La abrí y entré. Seguí corriendo hasta las escaleras, que subí los escalones de dos en dos. Quería estar para cuando Tobías despertara. Pasé a su habitación hasta el vestidor, cogí unos vaqueros y unos calzoncillos. No importaba si no llevaba camiseta. Bajé por la baranda para ir más rápido. Y salí por donde había entrado. Tobías todavia no había despertado, pero no tardaría.
-¿Lo vestimos?- miré a Galatea y ella asintió.- Entonces te tocan los calzones.- dije lanzándole la prenda.
-Claro, como soy la mayor y la que más experiencia tiene, ¿no?- reprochó divertida.
-Obviamente.- respondí evitando reír. Ella puso los ojos en blanco y le puso, como pudo, la ropa íntima. Cuando me acuclillé para comenzar a poner los pantalones, él abrió los ojos como platos y se incorporó de la cintura para arriba, quedando sentado y confundido. Me miró como solo él sabía, con esa mirada penetrante que hacía que un escalofrío recorriera mi columna vertebral. Sonreí, pero él no me devolvió el gesto.
-¿Sarah?- preguntó con cautela.
-No, Peppa Pig, ¿quién si no?- respondí graciosa.
-No, ¿enserio? Tengo ante mis ojos a la heroína de todo el panorama infantil.- volvió a ser él.
-Bah, solo hago mi trabajo.- hice un movimiento con la mano para fingir modestia. Los tres nos echamos a reír.- Aunque lamento decirte que la heroína de todo el panorama infantil es Dora la Explotadora. Es ella.- señalé a Galatea.
-Si, solo me falta la mochila.- volvimos a reír. De improviso, Tobías se abalanzó sobre mí y me abrazó. Las carcajadas pararon en seco y lo único que hubo fue silencio.
-No sé como lograste, pero me alegro de que no te pasara nada.- susurró. Se me cortó la respiración y lo único que atiné ha hacer fue a devolverle el abrazo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Galatea de Phay

La culpable, mejor dicho. Ni en un millón de años lo habría adivinado. Parecía imposible que justamente fuera ella, Diaspro. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
-Gracias por traermela, Toby. La estabamos esperando.- dijo la anciana. Miré a mi acompañante, para encontrar una explicación. ¿Me habría besado solo para pedirme perdón? No, suena muy estúpido. Pero, ¿y si realmente estaba enamorado de mí? Solo me quedaba tener fe en él y esperar que dice. La verdad su expresión expresaba confusión, no sabía de que hablaba. Eso me dió confianza. El hombre avanzó unos pasos e instintivamente, Tobías se colocó delante de mí. Los ojos me empezaron a picar, después me escocieron para, finalmente, sentir que me abrasaban. Mi piel se tensó y se volvió mucho más clara de lo que ya era. Tanto que pude reflejarme en ella. Como temía, los ojos habían pasado del azabache al sangre. Dos gotas de sangre. Pasé la lengua por mis dientes y comprobé que había cambiado también mi dentadura, ya que mis colmillos habían crecido notablemente. Pero no llegamos a actuar, ya que por mi lado pasó silbando una flecha que dió directamente en el corazón del hombre. Y milésimas después caía junto a Diaspro, ya que a la vieja le había acertado en mitad de la frente. Se oyó un crujir de ramas, un grito y luego algo cayó entre los arbustos. Se oyeron otros crujidos por detrás de nosotros. Me giré rápidamente para encontrarme a unos metros a una chica, joven. Era alta, muy delgada, de unos catorce o quince años. Vestía unas botas altas hasta la rodilla de color verde hierba, al igual que sus mallas y su top. De su cabello rubio platino sobresalían las puntas de unas orejas puntiagudas. Sobre su hombro izquierdo descansaba el arma con la que había acabado con las vidas de la criada y el supuesto guardián.
-Galatea de Phay para servirla.- dijo poniendo un brazo por delante de su vientre y encorvando la espalda a modo de reverencia.- Asistí a la ceremonia en representación del Reino de Moslo, hasta que aparecieron aquellos hombres. Quise quedarme a combatir, pero mi prometido me obligó a irme.- dijo. Su semblante era demasiado serio para mi edad, aunque pensándolo bien, no sabía su edad. Su rostro no transmitía ninguna emoción, nada de lo que sentía se reflejaba en él. Tengo que confesar que me molestó bastante cuando ví que Tobías observaba demasiado fijamente a Galatea, solo faltaba que se le cayese la baba, pero a ella no pareció importarle.- Enfunde sus colmillos, princesa. A excepción de nosotros tres, puedo asegurarle de que no hay nadie más.- añadió. Al instante, su rostro se tensó, esbozando una mueca de preocupación.- Pensándolo mejor, llevesela, hermano. ¡Corra, corra! Están cerca.- nos gritó. Tobías cogió mi mano y salió de allí corriendo, seguido por mí. Lo único que logré vislumbrar por el rabillo del ojo fue a Galatea girar sobre sus talones y sacar la espada de su funda poniéndose en guardia. Después todo lo que nos rodeaba eran árboles.
-¿Por qué no nos convertimos?- le grité.
-Porque cuando alguien de sangre azul se transforma, deja tras de si un rastro el cual ellos pueden oler.- explicó en el mismo tono.- Además pondríamos en peligro la vida de tus hijos y no creo que quieras eso.
-Exactamente, ¿de que estamos huyendo?- volví a preguntar.
-Elfos. Pero no como Galatea, sino,… diferentes. Son elfos del fuego, los más peligrosos, pero no solo eso. Además estos cuentan con la inmortalidad. Es decir, son elfos del fuego zombies, algo así.- comentó. Seguimos corriendo, parecía que aquel bosque no terminaba.
-Tobías.- jadeé.- No puedo más.- paré en seco y me arrodillé en el suelo. Él se acercó a mí y puso sus manos en mis hombros.
-Sarah, eres fuerte. Yo sé que puedes.-me animó. Yo lo miré a sus hermosos ojos azules, destilaban fuerza y una intención de transmitirmela. Pero no fue suficiente. Estaba agotada y ya a lo lejos se podían oír los gruñidos de esas extrañas criaturas.
-Tobías, seguiría corriendo pero…esto es demasiado. No soy tan fuerte como crees, no soy tan fuerte como tú.- los gruñidos se iban intensificando.
-Sube a mi espalda.- lo miré confundida.- ¡Sube, vamos!- instó. Obedecí y retomamos la marcha. A los diez pasos se convirtió en lobo. Me incliné hacía delante hasta que en mi barbilla noté la punta de los pelos negros de su pelaje de entre una oreja y otra. Cerré los ojos, me agarré fuerte al cuello del lobo, procurando no ahogarle, y me dejé llevar. Soltó un aullido, tal vez de los más largos que había podido escuchar jamás. Y eso no era buena señal. Abrí los ojos asustada y pude comprobar que en la pata derecha delantera había una flecha prendida. Como acto reflejo, cogí el final de ella y tiré para quitarla. ¿Por qué lo hice? Ni idea, pero no le hizo bien a él. Aminoró el paso poco a poco hasta que solo cojeaba. Bajé de su lomo y automáticamente se desplomó. Me arrodillé junto a su cabeza.
-Sarah, vete- susurró.- Sálvate tú.
-No, Tobías, no te voy a dejar así.- le dije. Pero él ya había cerrado los ojos. Cogí su cabeza y la puse en mi regazo. Acaricié su hocico y por encima de la cabeza. "¿Y ahora? ¿Qué hago? No voy a dejarle, pero si me quedo moriré." pensé. Y comencé a imaginar a mis hijos correteando por la casa. Sus risas, sus gritos, sus caricias, su rostro, sus juegos, todo. Empecé a soñar despierta. Sonreí ante, posiblemente, me perdía si me quedaba. Entonces vislumbré un halo de luz que empezaba a crecer a unos dos metros alrededor de nosotros y me hizo volver a la realidad. Levanté la vista de Tobías y ví como poco a poco, una cúpula invisible nos envolvió. Un chillido agudo rompió el silencio que hasta ese momento reinaba. Los elfos ya habían llegado.

domingo, 4 de agosto de 2013

Amor De Caramelo

Sin cruzar palabra con ninguno de los chicos que me observaron subir las escaleras con rapidez. Sus rostros presentaban confusión. Cerré la puerta con delicadeza, ya que ella no tenía la culpa de las insolencias de Carlos. Una vez cerrada la puerta, me senté delante del tocador. La pregunta que me había hecho antes el amigo de Tobías no dejaba de dar vueltas y más vueltas en mi cabeza y siempre era la misma respuesta: no, no estaba preparada para gobernar. No estaba preparada para fijar el provenir de un pueblo. Dejé esos pensamientos de lado, ahora prestando atención ahora a intentar subirme la autoestima. Ya, hoy no lo consigo. Estoy más centrada en mis pensamientos que en lo que realmente quiero. Y eso produce en mí una rabia inimaginable. Cerré las manos en un puño y los ojos con fuerza. Noté unas lágrimas de impotencia correr por mis mejillas, corriendome el maquillaje. Pero no fue lo único que noté. También sentí unos brazos rodearme la cintura y una barbilla apoyarse en mi hombro derecho.
-No tienes que hacerle caso a ese inútil. No vale la pena.- susurró en mi oído.
-Es que tiene razón, Tobías...- posó su dedo índice sobre mis labios.
-Yo estoy aquí, ¿vale? Te voy a ayudar, voy ha hacer todo lo posible para que todo vaya lo mejor posible, ¿ok?- me interrumpió con dulzura, pero con firmeza. 
-Vale.- asentí- Te haré caso.- sonreí y él me devolvió el gesto.
-Los chicos ya se han ido.- vaciló unos segundos antes de incorporarse y añadir.-Ven. Te quiero llevar a un lugar. Lo imité. Cogió mi mano y bajamos las escaleras todavía tomados de la mano. Salimos al garaje que había detrás de la casa, donde habían aparcados desde Porche hasta Lamborghini, pasando por Mercedes y Ferrari. Habrían, por lo menos, más de media docena de los coches más caros que se puede imaginar. Miré a mi acompañante, aguantando las ganas de soltar una carcajada al notar ese brillo infantil en sus ojos que demostraba que le fascinaba el mundo del motor.
-Por favor, uno discreto.- imploré casi con sarcasmo. Él me miró con una complicidad que no entendí.
-No tenía intención de ir con ninguno.- me sorprendió.- ¿Te apetece correr un poco? ¿O prefieres caminar?
-Prefiero ir caminando tranquilamente y disfrutando del paisaje y los pequeños detalles.- razoné.
-Estoy de acuerdo.- apretó levemente mi mano y salimos por una puerta lateral que había. Al otro lado de la puerta se encontraba un bosque. Los lobos tenemos la extraña manía de situar nuestras casas justo delante de un bosque, con una puerta que llevara directamente al bosque. Por lo visto, en esta casa no era una excepción. El bosque era precioso. Los árboles no eran muy altos, pero si muy verdes y, por su corteza, se podía adivinar que no eran precisamente muy jóvenes. Predominaban los robles. Robustos y de unos treinta centímetros de diámetro. Estuvimos horas paseando en silencio. Todo era increíblemente hermoso. Estaba totalmente sumida en mis pensamientos cuando Tobías anunció:
-Ya llegamos.- ante mí, se habría un estrecho camino. Automáticamente, el bello de mis brazos se erizó notablemente. Miré a Tobías, pero él ya me estaba mirando y no justamente se acababa de girarse hacía mi dirección. Llevaba todo el tiempo observandome anonado. Se inclinó ligeramente hasta llegar a mi altura, cerré los ojos y lo siguiente que noté fue su aliento en mi rostro y a los segundos sus labios sobre los míos. Aquel beso duró escasos segundos, pero una ola de tranquilidad inundó todo mi cuerpo. Cuando se separó de mí solo alcancé a sonreír tontamente, mientras que él seguía mirándome de esa forma tan especial. Ahí es cuando empezó mi debate: las veces que Nataniel me había besado siempre habían sido demasiado pasionales, mientras que Tobías era tierno y me transmitía una seguridad y una tranquilidad que con Nataniel no sabía si sentía. A lo mejor el destino me quería con Tobías y por eso me había separado del chico que amaba. Si eso lo quería el destino, pues ¿qué otro remedio que complacerlo? Sin soltarme en ningún momento, el lobo me empujó suavemente que continuara la marcha. Obedecí en silencio. Cuando el camino termino, cuál no fue mi sorpresa en encontrarme un impresionante parque de atracciones que años, incluso se podría decir que décadas, atrás había sido uno de los más concurridos del país.
-Nunca le enseñé este lugar a nadie.- dijo distraído.- ¿Qué me hiciste?- susurró en mi oído colocándose detrás de mí.
"En su vientre se esconde el ser elegido
Rey de los reinos
Sentado sobre un trono hecho de oro puro,
sacado de las entrañas de África,
el elegido gobernara sobre todas las naciones.
Lo lleva en su vientre"
No me gustó nada esa canción. Sobretodo porque después, la voz misteriosa había soltado una risita aguda muy desagradable.
-Por poco tiempo, Garfis, por poco tiempo.- sonó una voz más próxima. Y tanto. El dueño de ella apareció segundos después de entre los matorrales. Un hombre de unos cuarenta y tantos, robusto y de una estatura que no era proporcionada con su desarrollada musculatura.
-Oh, no.- murmuró Tobías.- ¿Que mierdas…?- pensó en voz alta, pero no le dió tiempo a terminar. Detrás del primer hombre se pudo divisar el culpable de la situación…
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Hello! Cuánto llevo sin publicar? Demasiado, verdad? Si, creo yo que si. Vosotras quien pensáis que es? Anda, opinad! Espero que os haya gustado y para la próxima -espero que pronto- más y mejor. A lot kisses!!!!!! Pd: aquí les dejo las imágenes del parque de atracciones donde van ;)