domingo, 24 de febrero de 2013
Nueva casa + nuevo instituto = nueva vida
-Buenos días, my princess.- dijo.
-Buenos días, mi principe.- contesté.
-¿Como amaneciste?- preguntó.
-Junto al hombre que amo, ¿no es eso bastante como para que me despierte de buen humor?- respondí.
-Supongo. Se encogió de hombros.- Tendremos que levantarnos dentro de poco, Tobías dijo que vendría pronto a recogerte.
-¿Tantas ganas tienes de que me vaya?- pregunté con fingido enfado.
-Sé que volverías a repetir lo de anoche, porque te gusto.- se burló.
-Mentiría si te dijera lo contrario.
-Es que me la como
-No soy ninguna gominola- me senté en la cama con la espalda apoyada en la pared
-Por eso te quiero
-¿Por qué no me puedes comer o por qué no soy una golosina?
-Por las dos cosas.- me quedé pensando en que me cambiaría de ciudad, de casa, de instituto, incluso a lo mejor de estilo. Me haria hippie, no heavy. Mejor gótica. Me plancharia el pelo y me lo tintaria de negro desde las puntas hasta el cuello y el resto del pelo de blanco, con unos pantalones negros y de cadenas plateadas y una camiseta sin mangas ceñida con un escote provocativo. Probablemente Tobías me mataría por presentarme asi el primer día de instituto, pero me daba igual. Nataniel me sacó de mis pensamientos.
-Sarah, Sarah.- su sonrisa había desaparecido al igual que su brillo en los ojos- ¿Qué te ha pasado?
-Nada, solo pensaba.- sonreí y el sonrió aunque no volvió a aparecer el brillo en los ojos.
-Mejor vamos a preparar las maletas.- nos vestimos y bajó una maleta de la parte superior del armario.
-¿Y si te hace falta a ti?
-Pues me compro una. Además así tendrás algo mío.- me miró por encima del hombro
-Ya tengo algo tuyo.- posé una mano sobre mi vientre y él miró el lugar que le señalaba. Volvió la vista a la maleta.- No necesito nada tuyo para acordarme de ti.- me dirigí al armario contiguo y empiece a meter ropa en la maleta. Extrañamente cogían todas las prendas. Coloqué la última y me dí la vuelta. Nataniel estaba muy cerca de mí a tan solo unos centimetros.
-Ya lo sé- me acerqué más, acortando las distancias hasta que las eliminó, fundiendonos en un beso tierno
-Je t'aime.- dijo al separarnos.
-I love you, too.- respondí. Volví a besarlo.
-Echaré de menos tus labios y tus besos.- comunicó triste, rozando con la yema de los dedos las comisuras.
-Yo también.
-Aparecerán otros.- bajó la vista con abatimiento.
-Pero recuerda que hay una cosa que nos une y nos unirá para siempre.- dije. Cogí una de sus manos y la coloqué en mi vientre, como había echo yo antes.
-¿Me lo prometes?- preguntó esperanzado.
-¿Amarte? Toda mi vida. Ni lo dudes.- respondí con seguridad y en tono suave pero decidido. Tocaron a la puerta de la habitación. Olvidé que estaba cerrada.
-Adelante.- invité a entrar. Era Natasha.
-Sarah.- me miró con preocupación.- Tobías ya está aquí.- dicho esto, se fue dejándonos solos otra vez.
-Ya te vas.
-Te dejo mi corazón, contigo está mi alma, te confió mi amor para que los cuides como si fueran tuyos.
-Tenlo por seguro, Sarah.- me cogió las dos manos y me dió un leve beso en los labios.
-Vamos, no tengo todo el día.- oímos gritar del salón. Nataniel se apresuró a coger la maleta sin soltar una de mis manos y salimos al pasillo, para llegar al comedor. Tobías estaba ahí plantado, mirándome con indiferencia. Nataniel lo miraba con odio.
-"Una vez que consigo él amor, vienes tú y me lo arrebatas."- conseguí oír cuando éste le pasaba la maleta a Tobías. Él sólo sonrió con malicia. Nataniel se volvió a mí y me dió el último beso, el beso de despedida. Yuna y Natasha corrieron a abrazarme. Las acogí en mis brazos, intentando no llorar, cosa que no consiguió Natasha. En mi vida no la había visto llorar. De mis ojos no salieron ni una sola lágrima
-Siempre te querré, amiga.- me abrazó con fuerza.
-No te olvides que yo también.- me separé y caminé hasta donde estaba Tobías. Antes de cerrar la puerta, me volví y me despedí con la mano. Nadie me devolvió el gesto. Nataniel miraba fijamente la puerta preguntándose el porque de muchas cosas y Natasha lloraba sobre el pecho de Yuna, mientras ésta la intentaba consolar. Esa escena se me quedó grabada con fuego en mi memoria. Desgarraba mi alma aquella imagen. Bajamos las escaleras que conducían al piso-apartamento y entramos a la limusina que nos esperaba:
Me abrió la puerta, como un caballero, para encontrarme con un interior que me dejó boquiabierta:
-¿Esto a que viene?- pregunté sentándome en una esquina, intimidada por todo aquello.
-Quiero recibirte como te mereces, princesa.- sonrió. Me extrañe por la palabra "princesa".
-¿Por qué me llamas princesa?
-Porque es lo que eres.- me miró confundido.
-No lo soy.- se sentó a mi lado y le miré como si fuera obvio lo que yo estaba diciendo.
-Tu padre era el rey de la Tribu, por lo que tú eres la princesa
-Si, si, lo que tú digas.- acabé la discursión. El resto del viaje fue silencioso. La limusina paró delante de unas rejas que llevaban a una gran mansión. Las rejas se abrieron y la limusina entró en el recinto. Nos daba la bienvenida una fuente enorme, dividida en varias alturas:
Emanaba un agua clara y pura. Alrededor era todo un verde jardín con algunas flores de colores que lo salpicaban el jardín y contrastaban entre ellas. Me quedé ahí plantada, con la boca abierta.
-Bienvenida atu nueva casa. ¿Ahora que prefieres? ¿Esa miniatura de piso o esta mansión con todas sus letras?- me pusó una mano sobre un hombro.
-1º: No la he visto, estoy viendo el jardín. 2º: No me gusta el nombre se la mansión.- negué con la cabeza.
-¿De que nombre estas hablando?
-¿Mansión con todas sus letras? ¿Que nombre es ese? Quien lo pusiera tenia poca imaginación o pocas ganas de ponerselo.- expliqué. Él rió.- No te rias, va enserio. ¿Quien le puso el nombre?
-Tu padre.- respondió cuando se hubo calmado un poco. Se secó una lágrima que estaba a punto de caerle.- Se llama de otra forma, no de esa.- se volvió a reír de mi ignoracia.
-Lo averiguaré.- me encogí de hombros.- No hace falta que me lo digas.- me dispuse a irme. Caminé por uno de los senderos que llevaban a la puerta principal. Comtemplé la obra de arquitectura que tenia ante mí:
En una palabra: in-cre-í-ble. Noté como Tobías me abrazaba por detrás de la cintura y me hablaba al oído.
-No me has contestado antes.- me susurró. Tartamudeé.
-Pre-prefiero el pi-piso de Na-Nataniel. Esto es muy grande, demasiado para mí. Me perderé ahí dentro.- rió.
-No. Estaré todo el día detrás de ti para que eso no ocurra.
-¿No irás al baño?- volvió a reír.
-Cuando vaya te enviaré alguien.
-¿Y cuando quiera estar sola?- me volví hacía él. Tobías me sonrió.
-Cuando quieras estar sola estarás en tu habitación y mandaré montar guardia en la puerta.
-Tienes una salida para todo, ¿eh?- lo miré interrogante.
-Si, para todo.- alimentó su ego.
-Ya verás como para todo no.- desafié.
-Mañana empezarás otra vez el instituto.- cambió de tema.
-Bien.- le quité de las manos la maleta.- ¿Donde es mi habitación?- mi tono sonaba decidido. Con una sonrisa, Tobías cogió de nuevo la maleta.
-Sígueme.- me agarró de la mano y tiró para que lo siguiera. Obedecí. Tobías sacó una llave y abrió gran puerta de entrada. Al entrar lo primero que habia era una enorme escalera que llevaba a la planta superior. Todo era grande. Subí los escalones de la mano de Tobías.
-Es un placer tenerla de vuelta, princesa.- me dijo un mayordomo delgado y bastante viejo cuando pasé por su lado. La verdad, me sonaba la cara de aquel hombre. Mi estancia sería larga así que tendría tiempo de sobra para saber muchas cosas de mi trato allí. Llegamos a una puerta totalmente blanca. Tobías la abrió y quedé cegada por lo que ví: toda la habitación era blanca, a la derecha una cama de 90 con dosel en la cabecera, pegado a la pared de enfrente de la cama, un tocador como este:
Un ventanal que iba desde el suelo hasta casi el techo habia en la pared de enfrente de la puerta.
-¿Te gusta?- preguntó.
-Para serte sincera, no hay armarios y no sé donde voy a poder guardar toda mi ropa.- respondí.
-Aquí.- me guió por dentro de la habitación hasta un rincón, abrió una puerta corredera, también blanca, que llevaba a un vestidor.- Siento que no se te haya podido incorporar un baño.- se disculpó.
-No pasa nada por eso. Si me tengo que cruzar al pasillo no creo que nada me coma, ¿o si?- enarqué una ceja.
-No, tranquila, que para mostruos ya estamos nosotros.- dijo sarcástico. Los dos soltamos una sonora carcajada.- Ya estará preparada la comida, ¿bajamos?
-Como no. Estoy deseando de probar la comida que preparaís aquí.- mentí. Me agarró la mano y bajamos al comedor.
domingo, 17 de febrero de 2013
Celos y besos

[Estaba tan ocupada demostrando quien era que descuidé lo que realmente importa: los sueños.
¿Por qué
¡Dios mío! ¿Se había vuelto bipolar? Como odio que las personas se comporten de esa manera. Primero preocupado, después feliz de que despertará y ahora se enfadaba porque iba a tener un hijo de Nataniel. Tenía celos porque no era suyo, pero lo criaría prácticamente sería suyo. Mi hijo no vería a su padre hasta los dos años de edad.
-No podremos aprovechar todo lo que nos queda de día.- Nataniel se volvió a sentar a mi lado.- Estás demasiado débil como para hacer algo que requiera de actividad física.
-Sabes que será él quien los crie, ¿no?- ignoré sus palabras.- Pero lo verás, verás a tu hijo, tarde o temprano.
-Sarah, quiero que me prometas que el día en que cumplas los dieciocho años vea a mi hijo.- me quedé callada. No queria prometerle algo que seria muy, muy díficil de cumplir.- Sarah, por favor, dime que si podrás.
-Nataniel, no lo entiedes. ¿Qué pasaría si ahora te lo prometo, te lo juro y te lo prejuro, y despúes resulta que he tenido un altercado o no me acuerdo o cualquier otra cosa, podría estar muerta incluso, y no consigo aparecer? Eso me destrozaría, a ti y a mí. Te haría sufrir y eso sería muy cruel y no podría soportarlo...- me desesperé. Suerte que a él le dió por besarme para que me callara, porque me había quedado sin argumento.
-Lo siento, siento presionarte así, pero dos años son muchos sin verte...- dijo al separarnos. Esta vez fui yo la que interrumpió con un beso. - Te amo, Sarah.- consiguió decir entre un beso y otro. Rodeé su cintura con mis piernas. Al beso se unieron nuestras lenguas. ¿Os digo la verdad? Era bonito estar en esta situación con Nataniel, pero lo del cetrifugado no me gustaba mucho y sigue sin gustarme. Afortunadamente, su hermana se había ido en cuanto se fue Tobías, así que estabamos solos. Me sentó sobre la ecimera de la cocina, que quedaba cerca. No tenía ni idea si aquello estaba bien o mal, total ya no era virgen, así que, ¿que más daba? Pero, aún no nos habiamos quedado ni en ropa interior, cuando apareció Natasha.
- ¿Y vosotros dos que haceis?- preguntó poniendo los brazos en jarra, apoyando los puños a amos lados de las caderas. Nosotros la miramos.
-Despedirnos.- respondió Nataniel por mí.
-Pues que forma más bonita de despedirse. Cada vez que me vaya quiero una despedida como esa.- dijo entre irónica y burla. Puso los ojos en blanco y se marchó. Nataniel se volvió hacia mí, que seguía sentada en la encimera, y miró deseoso mis labios. Pero Natasha rompió toda la magia al llegar y yo no queria seguir con aquella locura.
-Nataniel.- me calló su beso desesperado.
- Escúchame.- susurré. Acabé gritando.- ¡Nataniel!- lo aparté de un empujón.
-¿Y ahora que co** pasa?- dijo enfadado.
-Nada.
-¿Entonces? ¿Por qué lo paras?
-Yo no he sido la que lo ha parado, ha sido Natasha.
-¿Si no hubiera interrumpido Natasha ahora estaríamos en mi habitación?- preguntó sin entender.
-Puede. Es que… todos los besos que te he dado hasta ahora siempre desembocan a lo mismo y no quiero.- expliqué.- Me parece increíble que sólo pienses en mí para eso, como el resto de las chicas con las que te has acostado.
-¿Cómo me puedes decir esto después de dejarte embarazada y no poder ejercer como padre? Ah, si, ya lo sé: porque no lo haces con otro que no sea Tobías.- gritó enfurecido. Sus preciosos ojos verdes se tornaron de un rojo carmesí, mientras que los míos se salían de sus órbitas
-¿De dónde has sacado eso?- dije en su mismo tono.
-Me lo dijo él mismo. Que todos los fines de semana salíais de fiesta por ahí y cuando los dos estabais bien borrachos, ocurría. Quería comprobar que no era cierto, pero me acabas de demostrar todo lo contrario.- su respiración era pesada y lo único que faltaba era que le saliera humo por las orejas.
-Te han metido una trola que no veas. Me sorprende tu desconfianza.- bajé de la encimera y me crucé de brazos.- ¿Te crees todo lo que dice ese?
-¡Siempre rechazabas mis invitaciones a mis fiestas o a las de mis amigos! ¡Y es venirte aquí y hacer montones de amigos e ir a fiestas continuamente!
-¡Nataniel! ¡Qué yo no he hecho nada de eso! ¡Que te entre en la cabeza de una vez!- podrían haber soltado un montón de tacos pero me los tragué. Todo empeoraria.
-¿Cómo me lo puedes demostrar? ¿Que todo esto que me ha dicho es una mentira?
-¿Vas a creer en su testimonio antes que en el mío? En ese caso no hace falta que te demuestre nada.- me dispuse a irme, pero una mano aferró mi brazo con fuerza, no una fuerza que te hace daño, si no con una fuerza sutil.
-Sarah, lo siento. Yo no quería decirte esto.- dijo él después de agarrarme. Miraba el suelo, no a mí. Eso es que estaba avergonzado, pero no sabía si creerle.
-Me ha dolido mucho lo que has dicho, Nataniel y sé que no querías, pero lo has echo y no sé si voy a poder perdonartelo.- respondí no muy convencida.
-Sarah, me puse celoso ya está. Te creo a ti no a Tobías. Sería poco creíble que tuvieras tantos amigos y en cuanto a las fiestas tampoco creo que fueras a tantas con completos desconocidos.- me miró directamente a los ojos. Le puse mis manos en sus mejillas para que quedaramos a muy poca distancia.
-Te creo y quiero. Nada impedirá eso, lo sabes, ¿no?
-Te amo.- contestó. Se acercó a mí, acortando las distancias. Me acerqué a él, haciendo que nuestra distancia fuera nula. Cerré los ojos antes de que nuestros labios lograrán rozarse. El beso fue delicado y tierno. Duró pocos segundos, pero mí se me hicieron siglos que podía haber besándolos. Él tenía sus brazos en mi cintura, rodeandola.
-Tendré que ir a ducharme.- dije al separarnos.
-¿Quieres que te acompañe?- me sedució.
-No, gracias. Prefiero hacerlo sola.- puse los ojos en blanco.
-Como quieras. Tú te lo pierdes.- se encogió de hombros.
-Esperaré dos años.- me burlé.
-Si no es que te da por ducharte con Tobías.- me siguió la broma. Yo le saqué la lengua.
-En cuanto llegué a su casa me ducharé con él y haré que te envie fotos y todo.
-Gracias, así yo también podré disfrutar de tu cuerpo aunque no lo llegue a tocar.- dijo sarcástico.
-Sin comentarios.- dije. Me fui a su habitación, cogí ropa limpia y me metí en el baño, me desvestí y me entré en la ducha. Abrí el grifo para que saliera el agua caliente y cuando estuve completamente mojada, me enjaboné, aclaré y salí de allí. Me enrollé una toalla en el pelo y otra en el cuerpo, que en cuanto terminé, alguien abrió la puerta.
-Vengo por si has cambiado de opinión y a decirte que Natasha y mi hermana se han ido por ahí. Volverán de madrugada.- informó. Realmente no me molestaba que me viera casi sin ropa. Es más, creo que incluso me gustaba.
-Gracias, pero no he cambiado de opinión.- dije.
-Y ahora.- se acercó mucho, colocó sus manos en mi cintura como antes.
-Me lo estoy pensando.- dije con un tono seductor.
-No vuelvas a hacer eso, Sarah.
-¿O si no qué?- pregunté con el mismo tono.
-O si no, pasará esto.- dijo y me besó. Sin pedirme permiso, deslizó su lengua por mi boca. Por instinto, le seguí el beso. Bajó las manos hasta mi trasero, haciendo que me pegara completamente a su cuerpo. Mis manos estaban en su pecho y, sin que me diera cuenta, pasaron a su cuello, mientras él me acorralaba contra la pared y yo rodeaba su cintura con las piernas. ¡¿Qué me estaba pasando?! Puro deseo. No sé como, le saqué la camiseta. Nataniel paró un momento para recuperar el oxígeno perdido en el beso. Miró con deseo mis labios y los volvió a besar. Ésta vez se movió hasta su cama, es decir, nuestra cama, y se sentó conmigo encima. Al poco tiempo nos volvimos a separar. -Ahora puedes.- susurró. Incapaz de hablar, asentí y volví a besarlo. Se acostó sobre mí. Paseó sus labios por mi cuello, para terminar de nuevo en mi boca. Me soltó la toalla que tenía envuelta en mi cabello y se quitó los pantalones, quedándose en boxers.- ¿Preparada?- preguntó.
-Nunca lo he estado más.
lunes, 11 de febrero de 2013
La niña del espejo
El sueño fue un tanto extraño, ya que no entendí bien y me acordaba de él al despertar. Había soñado con un pequeño pájaro con una flecha a sus pies. El pájaro tenía una herida abierta en el pecho, pero parecía darle igual, porque seguía vivo. No era la primera vez que tenía ese sueño. Antes de morir mi padre lo tuve también. Espera, si había tenido ese sueño al morir papá, eso significaba… no, no y tres mil veces no. A lo mejor sólo eran imaginaciones mías. Le confíe el sueño a mi madre y ésta confirmó mis sospechas. Tendría que preguntarle a Tobías, pero no podía esperar dos días, tenía que enterarme ya. Opté por llamarlo. No ha sido lo más inteligente que he hecho, pero hay circunstancias que requieren de una estupidez como ésta. Cogí el móvil, busqué en la agenda su nombre y le dí a la opción de llamar. Lo coloqué junto a mi oreja y tragué saliva. Estaba en el baño, para evitar el posible responso de Nataniel. Al tercer pitido contestó. Si voz sonaba somnolienta, como recién despierto.
-¿Diga?- respondió. Decidí empezar con sarcasmo.
-No soy Diga, soy Sarah.
-Sarah.- se espabiló al instante.- ¿Qué quieres? Disfruta lo que te queda con tu novio, porque dentro de dos días hasta que cumplas la mayoría de edad te quedarás conmigo.- sonaba enfadado. Su normal estado de ánimo. Si a uno lo veía siempre con una sonrisa, al otro con un humor de perros.
-No cuelgues, por favor.- fui directamente a lo que quería desde el principio.- ¿Dónde está mi madre?- al otro de la línea se hizo silencio.
-Tú deberías saberlo. Te fuiste y la abandonaste.- me sobresaltaron sus palabras, por su tono.
-Dimelo, Tobías, por favor. Dime donde está mi madre.- imploré al borde de las lágrimas. Si esto no funcionaba, pasaría a las amenazas.- Tobías.- conseguí decir a duras penas.- Olvídate por un momento de todo lo que ha pasado entre nosotros y responde, ¿dónde está mi madre?
-Sarah, quería decirte esto cuando pudiera estar contigo.- se decidió al fin.- Tu madre- hizo una pausa.- Tu madre está muerta, Sarah.- me dió un bajón tremendo. Mis piernas flaquearon y perdí el conocimiento entre un montón de ruido que cause al agarrarme del lavabo. Lo último que alcancé a oír fue a Nataniel gritar mi nombre al unísono con el de una voz proveniente del móvil, el cual se encontraba tan inalcanzable para mí. No llegué a escuchar nada más.
Abrí los ojos. Todo a mi alrededor era negro como el carbón. Sólo podía ver un espejo en el que se reflejaba una niña de unos diez o doce años, con el pelo castaño claro largo, hasta mitad espalda, y liso como el que más, con flequillo. Caía a ambos lados de los de la cara. Iba vestida con un vestido blanco largo hasta un poco más arriba de las rodillas. Las mangas del vestido se cogían a la muñeca con una goma un poco desgastada, haciendo que quedara un poco hueco. Iba descalza. Me fijé más en aquella niña. Me recordaba a alguien, sus fracciones eran iguales a las mías. Era yo. La niña del espejo era yo. Nunca tuve el pelo liso y mucho menos me había puesto esa ropa que parecía el pijama de un orfanato. Oí una voz grave, de nadie que conocía actualmente, pero si en mi niñez: era la voz de mi padre. Seguida de su voz, se escuchó una voz infantil reírse a carcajadas. Esa también era yo. ¿Qué significa todo esto? Me empezaba a asustar todo. Dí una vuelta entera a mi alrededor. Me caí de rodillas y me tapé la cara con las manos. Escuché otra voz diferente. Una voz que me llamaba. Miré por encima de mí, no sé si al firmamento o al techo. La voz estaba cada vez más cerca. Noté que algo frío rociaba mi cara, pero no fui capaz de reaccionar. Otra vez lo mismo, pero no podía mover ninguno de mis miembros. No me pintaba bien ese asunto. ¿Y si había perdido a mi hijo? No, no. Perder a mamá y después al hijo de Nataniel, no. Era fuerte, pero si lo había perdido me suicidaria, si algún dia despierto, eso lo primero. Grité, no sé si en mi coma o en realidad. Todo seguía negro, cuando atisbe a lo lejos una tenue luz. Me puse una mano delante de los ojos conforme crecía esa luz, más que nada para que no me cegara. Volví a gritar. ¿Qué era aquella luz? ¿La muerte o la vida? Seguí gritando y me apreté las brazos contra la barriga donde en teoría tendría que estar creando el feto y antes de que me engullera totalmente la luz blanca, cerré los ojos con todas mis fuerzas mientras gritaba por última vez.
-¡No quiero perderte!- grité refiriéndome al feto. Todo fue blanco. Todo la oscuridad que ocupaba mi mente fue sustituida por pura luz blanca. Duró sólo unos minutos. Pasados esos minutos, empecé a atisbar un rostro doble, dos piezas iguales separadas que no dejaban de moverse, provocándome un gran mareo. Al juntarse los dos rostros, ví uno sólo un tanto borroso. Los ojos eran azules. No podían ser de Nataniel, ni de Natasha y menos de Yuna, que eran negros. Pero si de Tobías. Parpadeé un par de veces antes de poder ver a Tobías con claridad. Parecía preocupado.
-Nunca creí que te vería así.- mascullé. Alargué la mano y le sequé una lágrima que acababa de caer de sus ojos. Tenía mi cabeza recostada en su regazo.
-Creí que te perdía.- consiguió decir.
-Estoy aquí.- respondí yo. Posé una mano en su mejilla y la acaricié con el pulgar, en señal de transmitir tranquilidad. No conseguía averiguar el sitio me encontraba.- ¿Dónde está Nataniel?
-Está en el comedor. Estaba empezando a hiperventilar en cuanto llegué.- explicó.
-¿Pero puedo verlo?- él rió. Era una de las pocas veces que lo veía reír, pero la primera que no fuera de alguien.
-En teoría tendría que ser él quien no pudiera verte. Claro.- respondió con una sonrisa. Intenté levantarme, pero él me lo impidió, me cogió en brazos sin ningún problema y me cogí a su cuello, apoyando la cabeza en su pecho. Salimos al pasillo, por lo que especulé que todavía seguía en el baño cuando me quedé inconsciente. Llegamos al comedor. Nataniel estaba sentado en el sofá, enterrando su cara entre las manos y los codos apoyados en las rodillas. A su lado, intentaba tranquilizarlo su hermana, acariciando su espalda.
-Nataniel.- conseguí decir con la voz quebrada. Los dos hermanos levantaron la vista. Al momento, estaba en sus brazos. Me estrechaba una y otra vez en su pecho, besándome los labios o la frente, acariciando mi pelo. Lo abracé y ma aferré, a punto de estallar en un llanto en el que al final estallé.
-Creí que te perdía.- resonaron en mi mente las palabras anteriores de Tobías.
-Estuviste entre la vida y la muerte, ¿cuál hubieras escogido?- se preguntó una segunda voz. "La vida" respondí en mi cabeza. Se sentó Nataniel de nuevo en el sofá. Me sentó en su regazo y entonces ví sus ojos verdes hinchados por el lloro. Los miré fijamente sin poder creerme que había estado a punto de perderlos. Los de Tobías eran bonitos, pero ni punto de comparacióncon los del padre de mi hijo. Esperaba que heredara los ojos de su padre.
-¡Sarah, Dios mío!- exclamó Natasha al verme.- Ya despertaste.
-¿Cuanto estuve inconsciente?
-Mucho, demasiado tiempo. Nos estabamos preocupando.- respondió la misma.
-¿Vosotros? ¿Preocupados? No me lo creo. ¿Y por qué no me trajisteis al sofá? Se está más cómodo que en el suelo de cuarto de baño.- dije con sarcasmo. Me miraron sorprendidos. Mi vista cayó sobre el chico sobre el que estaba sentada.
- No estabas en el suelo del baño, estabas acostada en la cama. ¿Estás bien?- preguntó Tobías preocupado.
-No mucho. El pecho… lo siento como vacío.- me llevé la mano al lugar que indicaba.- Y temo que ya no tenga al feto.
-¿Feto? ¿De qué hablas?- se extrañó Tobías.
-Tobías, ¿no te ha dicho Sarah que estaba embarazada?- comunicó alegremente Yuna. El semblante del aludido cambió totalmente, pasó desde el enfado hasta la ira.
-¿Es eso cierto, Sarah?- preguntó como si fuera un ladrido. Su tono me intimidó.
-¿Tienes algún problema?- me defendió Nataniel levantándose.
-Ah, que encima es hijo tuyo.- lo dío por sentado. Soltó un bufido.
-Respito, ¿tienes algún problema?- lo dijo con chulería.
-El problema lo vas a tener tú cuando me la lleve. Y te aviso, es mañana. No intentéis escapar porque os va a ser imposible.
-No tenía intenciones. No yo, por lo menos.- murmuré mirando el suelo. Nataniel se giró a mirarme y yo, levanté la mirada encontrándose con la suya sorprendida.
-¿Es qué ya no me quieres?- sonaba decepcionado.
-No quiero ponerte en peligro, Nataniel.- no subí mi tono.
-Eres una chica lista, Sarah. No te creía menos.- elogió Tobías con una sonrisa.
-Pero no vas a poder evitar que ese niño sea mío.- recordó. Tobías se puso rojo de rabia y se marchó dando un fuerte portazo. No sin antes recordar que no volvería a ver a Nataniel hasta dentro de dos años.
domingo, 10 de febrero de 2013
Preguntas pendientes
Me levanté, corrí hacia la habitación de Nataniel y cerré la puerta. Me senté en la cama, apoyando la espalda en la pared, acercando las piernas al pecho y rodearnolas con los brazos. Estaba asustada. Al decirme el doctor que estaba embarazada, habia empezado a querer al bebé que crecia en mi interior. Queria a ese niño, no queria que Tobias me lo arrebatara. Bueno la verdad es que no me lo arrebataria, pero a lo mejor me obligaba a abortar, porque una cosa la tenia clara y era que no es su hijo. Tocaron levemente la puerta de la habitación y antes de que respondiera, asomó por la puerta la cabeza de Nataniel.
-Ya se ha ido. Puedes salir.- intentó tranquilizarme.
-¿Que queria?- pregunté.
-Jo*** supongo.- se encogió de hombros.
-No voy a salir. Volverá, ya veras.
-En ese caso.- se sentó junto a mí.- Me quedaré contigo.- estuvimos un rato largo en silencio hasta que decidí preguntarle aquello que tanto ansiaba saber.
-Nataniel.- él me miró.- Tú eres el padre, ¿no?- pregunté. Se quedó callado.
-No era mi intención dejarte embarazada.- respondió sin mirarme. Me acerqué a él, tomé su cara en mi manos y le obligue a que me mirara.
-Ahora no es eso lo que importa. Si me voy, tendré algo tuyo y mío que no ha pasado por otras manos, ni por fábricas. Sólo de nosotros dos.
-Ya, pero podríamos haber esperado. Además, ¿que saldrá? ¿Cómo tú? ¿Cómo yo? ¿Un vampiro? ¿Un medio lobo-vampiro?- se desesperó.
-Olvidas que yo soy eso último.- recordé con tono decepcionado. Dejé mis brazos caer sobre la cama.- ¿Eso es lo que te importa? No tendría porque preocuparte eso. Da igual. Si tú no lo quieres, yo si y voy a tenerlo.- lo miré con fiereza. Le dí la espalda, acostandome, y él se acostó a mi lado, pasandome un brazo por la cintura. Recordé que el día anterior había pasado lo mismo:
"Durante las compras decidimos hacer una tregua en la cual me quedé a solas con Nataniel. Él me cogió de la mano mientras paseabamos por el centro comercial. Después en casa, ya eran las ocho, también llegamos solos, porque Yuna y Natasha se habían ido a aparcamiento. Entonces, me dijo que lo sentía por mí no era un capricho de una noche, sino que me quería sinceramente. Antes de que me dijera algo más, llegaron las chicas con comida china y no llegó a terminar de decirme lo que quería. Después de cenar vimos una película. Me quedé dormida enseguida, a causa del agotamiento de ir con mis amigas de compras. Me llevó Nataniel a la habitación en brazos, lo noté por lo que no estaba tan dormida. Abrí los ojos para toparme con los verdes de él y su hermosa sonrisa. Me dí cuenta que siempre estaba sonriendo, con esa sonrisa que consigue enloquecerme.
-¿Qué me querías decir antes de que llegarán?- pregunté. Su sonrisa se hizo más grande.
-Sólo quería que supieras que siempre he querido besarte.- respondió.
-Pues bésame.- respondí.
-No quiero precipita…- le interrumpí dándole un beso apasionado. Paré cuando se me acabó el aire, bueno, y también porque él no me devolvía los besos. Estaba encima suyo.
-¿No te ha gustado?- pregunté jadeante, sin alejarme demasiado. Colocó una mano en mi mejilla y la acarició.
-No me lo esperaba de ti, sólo eso, aunque creo que si hago esto.- se iba acercando lentamente conforme lo decía.- Puedo demostrarte lo contrario.- de nuevo no hubo distancias entre nosotros. Él se colocó encima y empezó a besarme el cuello, lo que me hizo soltar un gemido. De golpe se paró y se sentó al borde de la cama.
-No puedo hacerlo.- dijo. Me incorporé sin moverme del sitio.
-¿Qué? ¿Cómo que no puedes?
-No eres igual a las demás chicas con las que me he acostado. No quiero hacer algo de lo que nos arrepintamos luego.- explicó sin mirarme.
-¿Desde cuando eso importa? Tú quieres y yo quiero. No veo el problema.- contradije.
-Eres especial.- simplificó.
-¿Sabes una cosa? Antes de que saliera con Jeremías y tú ser un mujeriego, yo te amaba, pero te veía tan lejano. "Nunca te creí más que un amigo" repetía mi cabeza, pero mi corazón… decía todo lo contrario. Pensaba que a ti te gustaba otra, Natasha a lo mejor. Pero, ¿sabes que es curioso? ¡Que nunca quise, ni quiero, ni querré a alguien que no seas tú! Mi corazón, ¿sabes como se aceleró cuando me dijiste que podíamos compartir cama? ¿O simplemente cuando llegamos aquí y te vi y me hablaste? Creí que todo era un sueño del que despertaría tarde o temprano. Besarte ha sido lo mejor que me ha pasado en tres años.- le grité. Los ojos se me humedecieron, aunque no llegué a llorar, pero él seguía dándome la espalda.- Te amo, Nataniel Fox. Muchos dicen que no te merecen ni una de mis lágrimas, pero yo creo que te las mereces todas- dije muy bajito, con la voz quebrada. Me volví a acostar y cerré los ojos con fuerza, intentando evitar con todas mis fuerzas llorar delante de él. No por orgullo, sino porque no quería que supiera lo mucho que había llorado por ÉL. Al cabo de un momento, noté como se acostaba a mi lado y pasaba un brazo por mi cintura.
-No sabía nada de eso, Sarah- me susurró al oído. Me recorrió un escalofrío por la columna.- Me hice mujeriego para olvidarte. Yo también te veía fuera de mi alcance.- su confesión fue… como explicarlo, increíble. No llegaba a tragármelo. ¿Nos deseábamos y no sabíamos nada de los sentimientos del otro? No creo en el destino, pero si en las casualidades. Silencio más largo de lo que me hubiera gustado. Suspiró y añadió.- Hagámoslo.- me volví hacía él.
-Lo siento, pero me has cortado el rollo. Ahora se me han pasado las ganas de perder la virginidad.- sonó serio, pero su sonrisa volvió a aparecer.
-No podrás resistirte a mis encantos. Y aunque te resistas, no servirá de nada.
-Eres un creído, ¿lo sabías? Además, ¿que vas a hacerme? ¿Violarme si me resisto?- le seduje acercandome un poco más.
-Si es necesario, ni lo dudes.
-Y pensar que te amo.- puse los ojos en blanco. Me besó de nuevo. Me pilló desprevenida.
-Eso no vale.- dije con tono de fingido enfado mientras me apartaba.
-¿El que? Yo no he visto trampas.- dijo pícaro.
-Deberías ir a la cárcel.- mis ojos se toparon con los suyos verdes. Expresaban desconcierto.- ¡Me acabas de robar! ¡Un beso!- una melodiosa carcajada retumbó en mi cabeza.
-Y te seguiré robando.
-Entonces tendrás cadena perpetua.- bromeé. Volvió a reír, ésta vez en mi compañía.
-Te amo.- me dijo.
-No más que yo, Nataniel.- contraataqué.
-Y como vea esos ojos llorar por alguien.- añadió.- No dudes que le partiré la cara como si fuera un espejo, en mil pedazos, ¿lo entiendes?- asentí.-No dejaré que nadie te haga daño, nadie. Te protegeré a consta de mi vida y ¿sabes por qué?- negué.- Porque tú eres mía. Mi amor, mi esperanza mi consuelo, mi vida, mi todo, Sarah, lo eres todo para mí. Tú has oído la adicción a algo, supongo. Pues yo tendría que ir a un centro de desintoxicación de lo adicto que soy a ti.- sus palabras se me quedaron grabadas con fuego en mi mente y con eso me dormí definitivamente."
Lo que no me imaginaba yo era que al despertar me iba a tener que ir directa al baño para vomitar, ni que minutos después llegara Tobías para exigirme ir a dondequiera que fuera, argumentando que había llegado tarde porque mi "ex-novio" le había cortado con la Estaca. Como me arrepiento de haber salido con ese tipo y de haber caído como una estúpida en sus redes. Ahora estaba al lado de el chico que ame toda mi vida, en la misma cama, con un engendro nuestro en mis entrañas. Nunca me había sentido tan plena.
-La verdad, no recuerdo que me dijeras nada de que eres un vampiro, ni como se ha podido crear ese niño.- me dijo.
-Simplemente, soy vampiro y lobo, y en cuanto al otro tema, no tengo ni la más remota idea, Nataniel. Sé lo mismo que tú: que es un bebé que ha venido, va ha venir y que es nuestro, sólo nuestro.- opiné sin mirarlo, dándole la espalda.
-Os quiero a ti y a mi hijo.- respondió antes de que me durmiera. Empezaba a detestar eso de decirme las cosas más importantes segundos antes de que me quedara sopa. Normalmente, no me acordaba de esas cosas que me decía antes de dormir, pero éstas 8 palabras no se me olvidarian ni con el alzheimer. Lo juro.
No me importaba Tobías. No me importaba que me tuviera que ir con él. No me importaba los más mínimo la reacción de este cuando se enterara del embarazo. No me importaba que me alejara de Nataniel, porque sabía que físicamente nos separaria pero había una cosa con la que no contaba, un bebé mejor dicho, que me unía a Nataniel.
Una pregunta hace tiempo que ronda por mi cabeza,
Para la cual no tengo respuesta,
Pero supongo que el tiempo me la dará.
Una de las canciones con preferencia en mi vida había dado en el clavo, pero la pregunta no era "¿qué pasará si él por fin me querrá?", sino era otra, era: ¿que mierda le pasaba a Tobías? ¿Que querría de mí? ¿Por qué me obligaba a ir con él? Bueno, no era sólo una, eran miles las preguntas que azotaban mi mente, aunque lo peor de todo era que no tenía respuesta para ninguna de ellas
----------------------------------------------------
Para las que se leyeron el anterior capítulo, se me borró por error. Éste es el que vale, contiene los dos capítulos: el anterior y éste.
miércoles, 6 de febrero de 2013
-Entonces, ¿esto es un adiós?
-No hace...- protesté.
-Si, si hace falta.- me interrumpió mi amiga.- Estoy cansada de ver como vomitas hasta lo que no has comido. Iremos aunque te tengamos que llevar a rastras.
-Pero...
-Pero, pero, pero, ¿que más te da? Solo será un momento.- dijo Yuna poniendo los ojos en blanco.
-Es que no quiero pasar el poco tiempo que me queda con vosotros encerrada en una habitación gris y sin vida.
-¿De que hablas?- preguntaron Yuna y Natasha a la vez.
-Vino Tobias hace unas horas y se puso echo una fiera. Dijo que en tres días vendría a por Sarah.- contestó por mí Nataniel.
-Iremos de todas formas. Cuanto antes mejor.- un escalofrio me recorrió el cuerpo, haciendo que me encogiera. Unos brazos musculosos me rodearon el cuerpo. Miré a Nataniel, agradecida.
-Aunque estemos a tan alta temperatura, tú tienes frio.
-Sé que estarás tú para calentarme.- me agarré de él por la cintura.
-¿Nos vamos ya, pareja?- instó Natasha.
-Claro, vamonos.- contestó él. Cogió una cazadora beige oscuro y me la pasó por los hombros.
-Espera.- dije. Corrí al baño y volví a vomitar, esta vez menos cantidad, casi todo era agua.
-Diganme, ¿que les ocurre?- preguntó el médico cuando entramos a la consulta Nataniel y yo.
-Bueno, es que llevo todo el día vomitando.-expliqué.
-¿Desde que hora?- me interrumpió.
-No sé, desde muy temprano.- titubeé.
-Las ocho y media.- respondió seguro mi acompañante.
-Ocho y media.- repitió.- ¿Como te sientes despúes?
-¿Como cree que me deberia sentir? Extrañamente cansada.- repetia cada palabra que le decia, tecleandolas en el ordenador.
-¿Se sigue sintiendo así?- volvió a preguntar. Asentí con firmeza.- Vale, entonces le tengo que hacer un análisis.
-¿Un análisis?- preguntó Nataniel.- ¿Para que?
-Quiero confirmar una sospecha. No le diré nada hasta el resultado de esos análisis.
-¿Cuanto pueden tardar los resultados?- pregunté.
-Poco, muy poco. Solo diez minutos o puede que menos.
-Empecemos, cuanto antes mejor.- asentí. Me pasó a una sala a parte, más pequeña. Me ofreció asiento y se sentó enfrente de mí. Cogió un tubo muy fino que se conectaba con un pequeño bidón. En la punta colocó una aguja, la cual me clavó momentos después en el brazo. Salí de aquella sala en cuanto me invitó a irme. Nataniel, que se habia quedado fuera, me miró interrogante.
-Tengo ya los resultados.- sentenció el médico al cabo de unos minutos.- Los análisis dicen que- abrió el sobre. Me miró y volvió su vista a los resultados.- mis sospechas se han confirmado: señorita, usted está embarazada.
-¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!- grité.- ¿Quiere decirme usted como me puedo quedar embarazada siendo virgen?
-¿Cree usted en los milagros?- preguntó tranquila. Me lo pensé dos veces antes de responder.
-Puede.- respondí mas tranquila.- Mi respuesta no es positiva, pero tampoco negativa. Pero eso de concevir siendo virgen, ¿no le parece un poco imposible?
-Si usted es católica, sabrá que María concevió a Jesucristo siendo virgen.
-Ya, pero no se ha comprobado científicamente.- contradije.
-Eso demuestra su fe.- se puso en plan sabio.- Cierto que la ciencia no ha sabido demostrar este echo, pero con los avances de ahora, no me extraña.
-¿Podria decirnos a que se refiere?- intervino Nataniel.
-Claro, joven. Mire, actualmente está la inseminación artificial, donde una mujer puede concevir siendo virgen, teniendo o sin tener pareja. Lo que me es un poco...extraño es que siendo tan joven quiera someter su vida a este sacrificio.- explicó.
-Es que yo no me he querido someter a ningún tipo de sacrificio.- resoplé.- ¿Que haré con este niño?
-Puede abortar.- miré mal al doctor.- O puede darlo en adopción.- añadió.
-O puedemos quedarnoslo.- sugirió Nataniel.- En dos días te vas con Tobias, pero podrías criarlo como cualquier ser...humano.
-Él no va a ser humano.- dije.- Siendo yo lobo, ¿como piensas que sea normal?
-¿Pero que dices?¿Se te ha subido el embarazo y te hace delirar?- intentó disimular.
-Nataniel- él me miró.- Ya lo sabe. Es mas, es uno de los nuestros.
-¿Eh?- hizó una mueca sin entender.
-Es un hombre lobo, muy amigo de mi padre. Conoce a Tobias.- expliqué.
-No es de fiar.- añadió.
-No me fio de él ni un pelo, doctor.
-Hace bien, Sarah. No me gustaria que te hiciera nada. En cuanto al bebé, no abortes, ni lo des en adopción. Quédatelo. Críalo. Haz de él un gran guerrero.- tragué saliva.- Haz que tu padre esté orgulloso de ese niño.- me apretó el puño.
-Lo haré.-lo miré a los ojos.- Doctor, ¿Tobias le, le hará daño?- tartamudeé. El médico bajó la vista y respondió.
-Para serte franco, no lo sé. A lo mejor lo acepta.- me miró.- Andate con cuidado.
-Lo haré.- repetí. Me levanté y los dos hombres me imitaron.- Adios, doctor. Vendré a verlo en cuanto me sea posible.
-Espero que sea pronto, Sarah. Ve con Dios.
-Y usted con su mujer.- Nataniel me miró raro en cuanto salimos.- Es un ángel. Literalmente.
-Eso lo explicaria todo.- llegamos a la sala de espera, donde estaban una mujer con un niño, un hombre mayor muy acatarrado y Natasha con Yuna.
-¿Que te han dicho?- preguntó Natasha preocupada.
-Cuando lleguemos al piso os lo cuento, ¿ok?- intenté esbozar una sonrisa, en lo que tan solo se quedó en una mueca rara.
-Vale, pero no es nada grave, ¿no?- volvió a preguntar.
-Eso lo sabrás cuando te lo diga.- respondí sin mucha convicción. Se notaba que cada vez Natasha estaba más nerviosa y tensa. Salimos del hospital. El coche estaba cerca., casi en la puerta del edificio. Me senté en uno de los asientos traseros, junto a Nataniel. El viaje fue silencioso. Llegamos al piso-apartamento y entramos. Nos sentamos en el sofá. Nos quedamos en silencio y esperamos a que alguno de nosotros rompiera ese silencio.
-Bueno ¿que te ha dicho?- preguntó Yuna.
-Pues...-titubeé. Miré a Nataniel.- el doctor me hizó unos análisis y el resultado dió que- tragué saliva y dí la gran noticia- estoy embarazada.
-¿Embarazada?- preguntaron a la vez las dos chicas.
-Si, embarazada.- respondió incómodo el chico.
-Pues no es tan malo.- se encogió de hombros.- Es bastante bueno. Puede que incluso Tobias deje que te quedes.
-No lo creo, pero hay que tener fe.- dijo Yuna.- Ser tía es lo mejor que hay.- se oyeronunos leves golpes en la puerta, que rápidamnete se convirtieron en fuertes porrazos.
-Sarah.- gritó alguien desde el otro lado.- ¡Sarah, abre la puerta ahora mismo!- volvió a gritar.
-Tobias.- susurré.




