Llegamos más tarde de lo que tocaba, ya que al entrar en inmenso salón ya estaba lleno. Entré del brazo de Tobías. El salón era circular, muy amplio, con suelo de mármol gris y las paredes estaban cubiertas por ventanales que llegaban casi desde el techo hasta el suelo, casi dos metros medirían. Conté mentalmente los ventanales: siete, tres en cada lado y uno en medio, uniendo ambas partes. Me fijé más. No era un ventanal, era una puerta que daba acceso a los jardines de la casa por un camino de piedras. Atiné a ver los escalones que tenías que bajar y una especie de muros hechos con arbustos altos.
Contuve la respiración. A cada paso que daba, más ojos examinaban mis movimientos. La música paró. Las risas cesaron, sustituyendolas por murmullos. La gente nos cedía el paso abriendose a ambos lados. Tobías caminaba recto, serio, mirando al frente. Yo, como marcaba la tradición, escondía la parte superior de mi rostro y también escondía la intimidación que sentía ante aquel gentío. De un grupo de jóvenes lobas se oyeron unas risitas nerviosas cuando vieron a mi acompañante. Yo las miré y ellas me devolvieron una mirada asesina. Les sonreí dulcemente intentando relajar el ambiente. A él pareció darle igual. Un escalofrío recorrió mi espalda. Avanzamos hacia el centro de la pista de baile, donde nos esperaba un hombre de unos cincuenta años, con bigote blanco, al igual que el poco pelo que le quedaba en la cabeza.
-¡Tobías!- exclamó el hombre al vernos.- ¡Hijo mío, has vuelto! ¡Y en la mejor compañía!- extendió los brazos y se fundieron en un abrazo con el chico.
-Padre, el encargo está hecho. ¡La princesa está de vuelta!- gritó con alegría. Aquel grito resonó en toda la sala, que se quedó totalmente en silencio antes de estallar en gritos, vítores, aplausos y demás muestras de felicidad. Le estiré un poco el brazo a Tobías para llamar su atención.
-Creí que no sabías nada de tus padres.- recordé.
-Y así es. Él me adoptó como yo a ti.- sonrió. En ese momento llegó una de las chicas del grupo que había visto antes y lo arrastrase hasta donde estaba con sus amigas. El padre de Tobías se me acercó.
-¿Cómo está, princesa?- no contesté, por lo que prosiguió.- Han venido personas importantes desde todos los reinos, como ya te habrá mencionado mi hijo.- tragué saliva.- Para verificar su vuelta y para conocerla sobre todo.- bajé la mirada avergonzada. Un montón de gente se había trasladado hasta allí por mí. Y a mí que no me gustaba llamar la atención. Miré hacía la única persona que conocía en ese momento. Estaba hablando con esas chicas, las lobas, que lo miraban fascinadas mientras hablaba. Cuando volví la vista para seguir con la conversación con el padre adoptivo del lobo, mis ojos toparon con otra persona que conocía muy bien. Apoyando en la pared, solo, había un chico que me resultaba muy familiar, sólo que no era como lo recordaba, pero eso no me impidió reconocerlo.
-Disculpa.- interrumpí, aunque no lo había escuchado todo. Sin esperar respuesta, me dirigí hacía él, abriendome paso entre la muchedumbre de una forma un tanto grotesca y maleducada, pero con rapidez. Ya estabamos frente a frente, cara a cara, cuando me atreví a preguntarle con tranquilidad, pero no pude evitar que notase el odio que destilaba mi mirada y mi voz.
-¿Se puede saber que haces aquí?- mi voz estaba teñida de el sentimiento que menos me gustaba.
-Aquí hay muchos de vosotros.- contestó sin mirarme.- La casa está rodeada. En cualquier momento os aniquilaran, romperán las ventanas para entrar y pasareis a ser historia, un mito.- me miró y cogió mi barbilla, igualando la altura de nuestros ojos.
-No podrás acabar con todos.- me desprendí de su mano y él sonrió con malicia y picardía.
-Lo que más siento es que tengas que morir tú también, pero entiendelo eres un peligro para la sociedad.- esta vez cogió mi mano y entrelazó nuestros dedos, aferrandola tan fuerte que me hizo daño. No podía escapar. Tiró de la mano, trayendome hacía si e hizo media vuelta, dejándome acorralada entre la pared y su cuerpo. Sus movimientos fueron rápidos y precisos. No me dió tiempo a reaccionar.- Para mí sobre todo. Me gustaría ser el último que probara de nuevo tus labios, Sarah.
-Te lo advierto. Puedo ser peor de lo crees.- cada vez se acercaba más y más, acortando distancias. En otro tiempo habría dejado que le besase, pero no ahora, que llevaba algo de Nataniel dentro de mí.- ¿Recuerdas a Nataniel?- no pretendía que se acordara, solo iba a decirle lo del embarazo. Él paró en seco a pocos centímetros de mis labios.
-Como para olvidarlo. Se llevó consigo a mi hermana, aunque no fuéramos hermanos de sangre, la amo con locura a pesar de que ella no está conmigo y es un vampiro. Pero él provocó que me atacara y me dejara convaleciente. Siempre se ha creído superior a mucha gente y eso le ha creado problemas. ¿Ya ha muerto? Christien iba detrás de él, no sé si habrá conseguido su propósito.- se interesó.
-La verdad, no sé si estará muerto, pero espero que no, porque estoy esperando un hijo suyo y me gustaría que ejerciera como padre.
-Espera, ¿he oído bien? ¿Estás embarazada de ese ca****.- dijo como si no se lo creyera.
-Lo que oyes. No creo que seas sordo, ¿o si?- sin esperar respuesta, le empujé para quitarle de enmedio y volví con el padre de Tobías que aguardaba junto a su hijo. Al llegar a su lado, las ventanas reventaron y de ellas saltaron hombres vestidosde negro, no se les veía la cara. La gente estalló en pánico. De entre todo el barullo, lo ví con esa sonrisa que años atrás me mataba, pero ahora odiaba, más que nada porque todo era malo. Escupí su nombre en susurros.
-Jeremías.- había sido un error hablar con él, pero no era momento de arrepentirse. Tan solo eran seis hombres. La sala se estaba despejando.
-¿Sabes?- Tobías me tendió una espada.
-Como no.- respondí. Cogí la espada y corrí hacía uno de los hombres. Me manejaba mejor con una daga, pero pude defenderme. De una estocada más me lo quité de encima. Antes de acabar con ese, ya tenía a otro atacando por la espalda como un cobarde. En vez de una espada, llevaba una daga.- Creí que esa arma era de mujer.- comenté mientras peleabamos.
-Y yo creía que las mujeres no sabían utilizar una espada y mira, ahora mismo estoy en un duelo contra una.
-Seré una excepción.- en ese momento arremetió contra mí, con un golpe fuerte, que habría vencido a un novato. Pero yo controlé bastante bien y lo que permitió que pudiera darle un codazo en el estómago, dejándolo en el suelo tirado. El golpe en el estómago no había sido fuerte, lo que si había sido fuerte había sido el golpe que se había dado en la cabeza al caer. Me detuve unos segundos. Al otro lado de la pista, Tobías ya había acabado con uno e iba por el segundo, mientras que su padre le costaba un poco más a causa de su edad, todavia iba por el primero.
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Hola! Sé que el capítulo es algo corto, por eso lo voy a hacer en dos partes. Bueno, antes que nada, dedicarle este capítulo a Julii y a Ana, porque me han ayudado a mí y a otras tantas chicascon problemas de alimentación. Otra cosa, me gustaría que comentaran. Darme ideas. A lo mejor, si veo que hay más gente que se pasa por mi blog, puede que después de la historia de Sarah, cuente la de Algodón, que no será muy larga, y la de Daniela, que sería la nieta de Sarah, que ya la tengo más o menos pensada y algo tengo escrito. Sólo decidme, ¿sigo con esta y las siguientes o sólo con esta?
A lot kisses

jueves, 2 de mayo de 2013
¡Dichosa Fiesta! 1/2
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Hola Angy!!!!
ResponderEliminarSoy de la novela Amor y Guerra, quiero decirte que ya me he leído tu nove y debo decir que me fascina, me encanta. Respecto a esta entrada creo que tienes toda la razón, igualmente yo prefiero ser honesta aunque a algunos pueda dolerles. Gracias por leer mi novela, me alegra de que te guste. Bye Kisses!!!